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Dicen de Pablo Zuloaga sus críticos que ha protagonizado una gestión muy personalista como secretario general del PSC-PSOE. Pablo se miró en el espejo de Revilla, desde que dio el salto de la Alcaldía de Bezana a la secretaría general del partido, y a ... la Delegación del Gobierno. Su objetivo era ganar protagonismo en la calle y especialmente en los medios informativos. Hacerse más conocido, popular, convencido de que esa era la fórmula mágica para cambiar su despacho de vicepresidente del Gobierno por el de presidente, a favor de la ineludible decadencia por edad del entonces titular, y de su calculada progresión. El resultado de las elecciones de 2023 echó por tierra los planes de Pablo. Aunque mejoró ligeramente sus resultados –9.000 votos y un diputado más–, el hundimiento de su socio y referente le apeó del Gobierno. Sin el poder, en la gélida oposición, Zuloaga se quedó sin medios para calmar con cargos y prebendas a los críticos que siempre estuvieron ahí. Mal asesorado, en los últimos meses ha seguido tratando de incrementar su popularidad mediante las redes sociales, con mensajes en ocasiones contraproducentes, cuando no ridículos. Su personalismo, su afán de protagonismo, ha levantado ampollas. No ha gustado en el partido y le ha pasado factura. La candidatura alternativa le endosó el domingo un severo varapalo moral y político. Está por ver si el Congreso Regional será «otro partido», como plantean los oficialistas. Habrá que ver si el rival directo, Pedro Casares, da la cara, le obliga su jefe/amigo Sánchez a darla, o se vuelve a esconder. Si unos u otros son capaces de 'fichar' en vestuario ajeno, para refrendar la victoria mínima del domingo, o dar la vuelta al resultado en el Congreso Regional de 2025. Pero en cualquier caso, el PSC volverá a perder.

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