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La población de Cantabria ha crecido hasta una cifra récord de 593.044 habitantes. Lo hemos leído en este periódico. Noticia de primera página, y no es para menos. Nos acercamos, lentamente, pero nos acercamos, a la cifra redonda de 600.000 residentes. El artículo ... revelaba también la clave de ese récord de población: gracias a madres peruanas, colombianas y marroquíes, porque la natalidad en la tierruca ha venido estando en puestos de cola a nivel nacional en los últimos años. Y la crisis demográfica es un hecho en España. Razones laborales, de conciliación y económicas están –por ese orden, según el Instituto Nacional de Estadística– entre los argumentos de una cuarta parte de las mujeres que, pese a asegurar que desearían ser madres, deciden no serlo. Como consecuencia de ello, tenemos una de las tasas de fecundidad más bajas no ya de Europa, sino del mundo. Apenas 1,5 hijos por mujer, hasta el punto de que el número de nacimientos en 2023 fue el más bajo desde 1941, fecha desde la que existe este registro.
Los tiempos han cambiado mucho. Muchísimo. De las familias numerosísimas de hace décadas, con muchos menos recursos disponibles, hemos pasado a una sociedad en la que antes de tomar la decisión de ser padres, se prioriza disfrutar de, como mínimo, una estabilidad laboral, un buen salario y una vivienda. Antes que un hijo se decide tener una mascota, y así se explica que, a día de hoy, haya en nuestro país seis mascotas por cada niño menor de 4 años. Increíble, pero cierto. Una irónica viñeta de un diario nacional reflejaba esta realidad hace unos días. Una joven pareja, acompañada de un perro, decía «hemos decidido no tener hijos, y estamos muy ilusionados».
En relación con esta cuestión, viene a mi memoria la respuesta a una entrevista que realicé –en Puentenansa– a una homenajeada con motivo del Día de la Mujer Rural. Madre de trece vástagos, le pregunté cómo se criaba una prole de tal entidad, a lo cual me respondió rotunda: «Pues mire usted, divinamente, no como ahora, que tienen uno y se quejan».
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