Turismo (solo) para ricos

Al mismo tiempo, el mercado hotelero vive un auge del lujo y el superlujo. Se construyen nuevos alojamientos del más alto nivel, y hoteles de menor categoría son reformados para pasar a la de cinco estrellas, lo cual conlleva una sustancial mejora de los servicios, y lógicamente, un muy notable incremento de los precios. En los seis primeros meses del año, uno de cada tres euros invertidos en hoteles, se ha destinado al segmento de lujo. En el entorno de estos alojamientos, servicios vinculados a la gastronomía y el ocio, también la vivienda, se reconfiguran para atender a las demandas de esos clientes pudientes, en tanto el resto se ven expulsados. Y a quien no le llega para pagar un hotel –los precios se han incrementado un 31,4% en 2024, según el INE– busca un piso turístico. Esa es la razón del auge de este tipo de alojamientos, junto con la intención de los propietarios de esquivar las restricciones y limitaciones que impone la Ley de Vivienda al alquiler tradicional.

No nos engañemos; cuando hablamos de 'turismo de calidad', estamos refiriéndonos a turismo para ricos. Un segmento que todas las comunidades aspiran a atraer. Y para el resto, ajo y agua. El turismo social del siglo XX, del que disfrutaron millones de trabajadores, ha muerto. Su único vestigio son los viajes del Imserso.