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La marca Pedro Sánchez no vende bien en las encuestas de opinión y su imagen no aporta suficiente valor añadido al PSOE. Esa evidencia ya ... está detectada desde hace tiempo por los equipos del presidente. Tiene casi todo lo necesario para triunfar en la carrera del liderazgo y el carisma: buena presencia, juventud, idiomas, poder. Pero como se dice en el mundillo audiovisual, no le quiere la cámara. Más allá de la coincidencia o la crítica con sus políticas, sus promesas cumplidas o incumplidas, no es un hombre lo que se dice popular. No despierta esa simpatía en la calle como, por ejemplo, adorna a su vicepresidenta Yolanda Díaz. La preocupación por mejorar la imagen de Sánchez ha sido una constante en Moncloa desde hace años, pero ahora se ha convertido en una obsesión. Y lo que es peor, se ha solapado, mezclado, con la política informativa. El problema es cuando la política informativa que obliga a la transparencia, el respeto exquisito a la libertad de expresión, el trato ecuánime y sin discriminaciones de los medios, se enreda con la lógica atención de la apariencia y percepción de la figura presidencial.
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Ana del Castillo
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