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Pedro Sánchez se ha embarcado, demagógicamente hablando, en una cruzada global contra las grandes empresas tecnológicas del mundo mundial y, en una reciente comparecencia en ... el Observatorio de Derechos Digitales, llamó a la rebelión contra Elon Musck y la tecnocasta. En un tono de infantilismo revolucionario, más propio de otras latitudes, argumentaba que ellos «lo hacen todo por la pasta y controlan el debate social» Como su objetivo era confrontarse con Musck, Zuckerberg o Bezos, defendió la peregrina tesis de que la tecnología, es decir la revolución industrial, digital, e informática, no ha generado prosperidad, sino que ha hecho más ricos a los ricos, dando más poder a los poderosos. O sea, las diferencias económicas asociadas a un sistema de libre mercado que Sanchez se ha empeñado en neutralizar en España, empezando por crujir a impuestos a la clase media.
Pero lo más paradójico, viniendo de quien viene, fue la tesis de que hay que rebelarse contra Facebock, Instagram, X y Amazon, porque están tratando de controlar, la democracia y el debate público. Justo por esos días se filtraba que Moncloa había contratado como asesor de comunicación, dependiente directamente del jefe de gabinete de Sánchez a un tal, Idafe Martín, un agitador profesional de las redes conocido por su afición a lanzar soflamas y a la ridiculización, insulto y caricatura de los periodistas críticos con el Gobierno progresista.
Según quienes siguen de cerca la gestión de la comunicación y la propaganda de la Moncloa, el fichaje de este dóberman de las redes, responde al objetivo de apostar por una línea más dura y controlar el debate público en las redes. El nuevo agitador se hizo famoso recreando redacciones de medios de comunicación con imágenes de ratas en lugar de periodistas y no tenía inconveniente en ridiculizar aspectos físicos de quienes no coincidían con sus opiniones muy afines al sanchismo. Se le atribuye la expresión «fachosfera» para meter en el mismo saco del fascio, la derechona, los ultras, el PP y demás sinónimos de todo lo que se encuadra en la oposición a la coalición de gobierno y su constelación de apoyos varios. La expresión, hizo fortuna, porque la llegó a esgrimir el propio presidente en algunos de sus mítines.
En lugar de rebelarse contra el mal y el capital internacional (como diría la bruja Averías), el Gobierno no debería intervenir en el debate público a través de agitadores profesionales sino ofrecer datos neutrales y estadísticos para que la opinión pública sea libre de comentarlos. El control sobre la libertad de información lleva a efectos desastrosos. Solo hay que recordar el mensaje del fiscal general cuando, presuntamente, filtró los datos de la pareja de Ayuso: « No podemos perder la batalla del relato», dijo. Y ahí empezó todo.
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Ana del Castillo
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