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Si los ciudadanos se alejan de la política, el sistema democrático tiene un problema. Y si los políticos y los partidos carecen de credibilidad, el problema se empieza a entender.
Uno. Para convivir hay que establecer unas reglas, y jugar-participar con ellas. Participar significa ... implicarse: estar atento, opinar, votar, actuar; hablamos de tener 'cultura política'.
¿Cómo votar con responsabilidad y libremente si no se tiene criterio? La estrategia de los poderes autoritarios siempre ha sido la misma: mantener a los individuos en la ignorancia: que no estudien, que no reflexionen, que no piensen, que no conozcan otras alternativas. Y, también, que no se reúnan con otros y debatan, que no se organicen y protesten. Por eso los poderes autoritarios siempre han sido censores y han querido controlar los medios de información. Por eso han quemado libros y han cerrado periódicos. Esos poderes procuran atacar la libertad y eliminar el pensamiento. Su estrategia es que los individuos sean dóciles, que no critiquen. Pretenden que el individuo, aislado, tenga fe en el líder, en el jefe. Claro que en la España del XXI el sistema de partidos es democrático, pero se perciben rasgos de populismo que debilitan a la democracia. Kant, apoyándose en el poeta Horacio, dijo que el lema de la Ilustración era «atrévete a saber». Pues eso, hay que estar informado para opinar y participar.
Dos. La Psicología Social ha explicado que existen dos rutas para el procesamiento de la información: la central y la periférica. La primera implica un esfuerzo cognitivo; es decir, se analiza el mensaje. La ruta periférica es la que sólo se fija en lo superficial. Así, en el caso que nos ocupa, el ciudadano consciente analizará críticamente la propuesta política, mientras que la persona sin interés y sin cultura política votará en base a aspectos superficiales: la imagen del líder, el eslogan de la campaña, la costumbre, el rumor... No hace falta subrayar que ciertos líderes y organizaciones quieren manipular al ciudadano y para ello utilizan fuegos de artificio: humo y ruido, prestidigitación; es decir, no quieren que piense. Pues bien, ser ciudadano consciente implica tener claro que cuando apoyamos a un partido político estamos escogiendo un modelo educativo, un programa sanitario, una política fiscal, una actuación medioambiental y un tipo de servicios sociales.
Tres. Si queremos un sistema democrático sólido, la escuela, la familia y los medios de comunicación deben proporcionar cultura política a los ciudadanos. En mi opinión, sí es necesaria en la escuela una materia de Educación para la Ciudadanía, igual que es necesario que los jóvenes estudien filosofía, historia y nociones de sociología, economía y psicología. En la Universidad me encuentro con alumnos que saben muy poco de historia de España, desconocen lo que es el liberalismo y no les suena el nombre de Keynes.
Cuatro. Fernando Savater cuenta que los antiguos griegos llamaban idiotés a los que no se metían en política; con ese término indicaban que eran personas que no aportaban nada a los demás, que solo se ocupaban de lo suyo. Y el viejo Pericles, elogiando la democracia ateniense, subrayó que los ciudadanos de esa ciudad consideran un hombre inútil al que no se preocupa de los asuntos públicos. Está claro, viene de antiguo: ciudadano es quien participa, quien presta atención a lo de todos.
Cinco. He consultado a un grupo de estudiantes sobre su interés por la política y su imagen de los políticos. Pues bien, los resultados obtenidos (que no pretendo hacer pasar por 'representativos') son preocupantes. La mayoría están muy poco interesados por los asuntos políticos; un estudiante lo explica: «El espectáculo que dan los políticos hace que se te quiten las ganas de escucharlos; van a lo suyo». «Los debates son largos, aburridos y lo único que hacen es atacarse unos a otros». Las críticas al comportamiento de los políticos son constantes: «Egoístas». «Miran por sus intereses, no por el bien del país». «Discuten entre ellos en lugar de buscar soluciones a los problemas que nos afectan a todos». «Engañan». «Algunos son profesionales de la política, viven de ello». Por el contrario, consideran que los «buenos políticos» deberían ser: «Honestos y sinceros». «Cumplir con lo que han prometido». «Cercanos y transparentes; que ilusionen y tengan empatía». «Que trabajen para un país mejor». «Deben ser respetuosos». «Que lleguen a acuerdos por el bien de todos».
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