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García Lorca dijo que sentía pena por las personas que querían saber pero que, por falta de recursos, no podían acceder al conocimiento. Un familiar que apenas había podido ir a la escuela me confesó que su sueño había sido tener la Enciclopedia Espasa; como ... no tenía recursos para comprarla adquirió, por fascículos semanales, una enciclopedia muy popular a finales de los 60 y principios de los 70, la Enciclopedia Monitor; e interesado por la historia adquirió los Episodios Nacionales de Pérez Galdós.
Seguro que en muchas de sus casas se encuentra la colección completa o algunos ejemplares de la Biblioteca Básica Salvat. Entre 1969 y 1971 se publicaron 100 títulos que reunían a autores como Unamuno, Galdós, Cortazar, Dickens, Melville o Dashiell Hammett. La intención del Ministerio de Información y Turismo de Manuel Fraga era que la población accediera a la cultura y se aficionara a los libros. La acogida de la colección fue extraordinaria: la sociedad española tenía ganas de aprender.
Lo dicho: somos 'monos curiosos' y esa curiosidad nos ha hecho llegar más lejos (para dar un pequeño paso, para lograr una meta, es necesario unir dos factores: la curiosidad y el esfuerzo). Si renunciamos al deseo de conocer estamos traicionando a nuestra naturaleza, estamos faltando al respeto a los que nos precedieron y estamos siendo insolidarios con los que nos rodean, y también con los que nos van a suceder.
Horacio dijo: «Atrévete a saber» (siglos más tarde Kant recogió y divulgó la expresión sapere aude, en «¿Qué es la Ilustración?»). De esto estamos hablando.
Los profesores tratamos de resolver el problema de cómo motivar a los alumnos. ¿Cómo convencerlos de que lo que se les enseña les va a resultar valioso, les va a permitir crecer? Existen métodos y actividades más atractivos y motivadores que otros, pero, en general, adquirir conocimiento implica: atención, posponer otras actividades y esforzarse (siempre digo: cuando quiero subir una montaña y contemplar el paisaje debo madrugar, sudar durante kilómetros y superar terrenos hermosos, pero incómodos. Y también: no se puede comparar el método educativo que se utiliza con un niño de 2 años con el necesario para lograr el título de graduado en Sociología o en Matemáticas). Muñoz Molina, en el prólogo del libro de A. Royo 'Contra la nueva educación', dice: «La célebre creatividad, en sí misma, no es nada: para crear al piano hace falta primero haber estudiado muchos años».
Creo en mi oficio y me gusta, por eso me desespera que un sector de los estudiantes no aproveche las clases ni los extraordinarios recursos de aprendizaje que tienen al alcance de su mano. Tienen magníficos profesores, y grandes bibliotecas, y poseen ordenadores, ¿por qué no los aprovechan? Influyen muchos factores: no todos los modelos de enseñanza son iguales, ni tampoco todos los profesores. Los pocos años hace que estén dispersos y que no sean conscientes de que las oportunidades pasan. Les distraen poderosos estímulos que les llegan por todos lados (¿Existen intereses que buscan que la población no sepa, no reflexione, no sea autónoma?). También son atrapados por cantos de sirena: hay que pasarlo bien permanentemente; en clase me tienen que divertir; no tiene sentido aprender nada de memoria, lo importante es «lo práctico», y que sea útil ahora mismo; ¿qué significa la palabra esfuerzo?; además, algunos padres les tienen entre algodones.
Entre las muchas películas que tratan el tema de la educación hay dos que son memorables: 'El club de los poetas muertos' y 'La lengua de las mariposas'. En ambos casos se presenta a maestros excepcionales que logran despertar a sus alumnos. En la primera de ellas el profesor señala la importancia de aprovechar el instante, el Carpe diem de Horacio (el poeta latino dijo: «Mientras hablamos se habrá fugado el tiempo celoso. Abraza el día») que luego se desarrolló y reinterpretó a lo largo de los siglos. En el XVII Robert Herrick escribió: «Coged las rosas mientras podáis; veloz el tiempo vuela». Y el profesor Octavio Uña, en 'Usura es la memoria', dice en un poema: «Busco el tiempo perdido y no lo encuentro».
Fernando Savater, en 'El valor del educar', llama la atención sobre un rasgo fundamental de los humanos: perseguimos corregir la ignorancia. Pero, claro, ni a todas las personas les preocupa de igual modo obtener conocimientos, ni, en relación con lo anterior, todas las instituciones-poderes pretenden que los ciudadanos tengan ideas y recursos para ser más libres.
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