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Uno. Ya no se escriben cartas a los seres queridos, a los familiares, a los amigos (ni se envían felicitaciones de Navidad escritas a mano). La gran mayoría de mis jóvenes alumnos nunca han escrito una carta con un mensaje personal, ni la han ... recibido (también para la mayoría es extraña la idea de escribir un diario). Hoy nos comunicamos por correo electrónico –sobre todo para enviar documentos y avisos diversos–, enviamos fotos, audios y mensajes por WhatsApp, y hablamos por teléfono y por videoconferencia. Los tiempos han cambiado, las tecnologías son distintas, la comunicación interpersonal es diferente.
Mi hermano me muestra una carta que hace muchas décadas escribió mi abuela a mi padre. Le transmitía noticias de su vida cotidiana, le daba consejos y recomendaciones y le preguntaba por otros miembros de la familia. El texto está lleno de vida, de sentimientos. Con gran realismo puedo percibir cómo era la existencia de mi familia hace muchos años. Pienso en todas las cartas que cuando estaba estudiando en Madrid escribí y recibí de mi madre, y también las que envié y recibí de otras personas queridas. ¡Qué pena no haberlas conservado! Se han perdido recuerdos y sentimientos unidos a acontecimientos cotidianos. Parafraseando a Borges, la carta de ayer, que hoy vuelvo a leer, es una extensión de la memoria.
Dos. Claro que existen muchos tipos de cartas; es muy diferente la que comunica que has cometido una infracción de tráfico de la carta que viene con un 'Te quiero'. La carta es un documento que dice mucho de los dos polos de la comunicación: se retrata el que escribe y se descubre la relación que mantiene con el destinatario. Las cartas cuentan cómo es una sociedad en un determinado momento histórico; muchas relatan las circunstancias de una clase, de una condición social, de una profesión, de una forma de vida; de una edad. Hay cartas que desnudan sentimientos e intimidades; y muestran problemas cotidianos, conflictos domésticos, alegrías, tristezas, penalidades, sueños… Sí, las cartas reflejan la vida.
Este tipo de comunicación tiene sus peculiaridades. Habitualmente, la carta está más pensada que el mensaje oral; se sabe que 'Lo escrito, escrito queda'. El mensaje anotado en papel impone un tiempo lento (más que cuando se teclea en el ordenador o en el teléfono móvil), y está vinculado a un ritual en ocasiones muy significativo. Así, en la sociedad tradicional, el saludo inicial de las cartas y la despedida y firma eran fórmulas establecidas, especialmente en las relaciones formales alejadas de cualquier tipo de confianza. Era común que la parte superior de la primera hoja de la carta se pusiera una cruz, y tanto al inicio como al final del escrito se hiciera mención a la protección divina: 'Gracias a Dios', 'Que Dios le guarde'. En las cartas familiares, preguntar y referirse a la salud y a la situación económica era habitual.
El papel y el sobre utilizado, la letra, el estilo y la gramática, definen a su autor. Algunas jóvenes escribían a sus enamorados en hojas de color, incluso añadían olor al papel. El fallecimiento y el luto familiar se manifestaba con un borde negro... Capítulo importantísimo lo constituyen los sellos como sistema de pago o recaudatorio y como imágenes que reflejan una sociedad.
Tres. Las cartas también tienen un enorme valor en la investigación histórica y social. Así, las historiadoras Rosa Mª Blasco y Carmen Rubalcaba publicaron 'Para hablarte a tan larga distancia. Correspondencia de una familia montañesa a ambos lados del Atlántico -1855-1883-)'. En Sociología, la investigación 'El campesino polaco', de W. I. Thomas y F. Znaniecki, se apoyó, entre otros diversos documentos, en cartas personales. Dos tipos de documentos bastante próximos a las cartas que igualmente tiene un gran valor para conocer la historia, la sociedad, las costumbres y las relaciones sociales son los diarios y las autobiografías (El Diario de Jules Renard y la investigación 'Hacer la América' de Juan F. Marsal constituyen buenos ejemplos). Capítulo aparte lo forma el recurso literario de la correspondencia; así, Stefan Zweig escribe 'Carta a una desconocida' y Miguel Delibes 'Diario de un emigrante'; y no se puede olvidar el mensaje dentro de una botella de 'Los hijos del capitán Grant', de Julio Verne, la novela romántica de N. Spaarks 'Mensaje en una botella' y el poema de M. Benedetti 'Botella al mar'.
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