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García Lorca, argumentando sobre la importancia de la lectura, recordó la expresión «no solo de pan vive el hombre». Pregunté en una clase de dónde procede la frase y se produjo un clamoroso silencio. Indiqué que, según recoge el Evangelio de San Mateo, la pronunció ... Jesucristo cuando, retirado en el desierto, después de 40 días de ayuno y oración, fue tentado por el demonio.
Cuando conté lo sucedido a unos amigos se produjo un interesante debate: «Es normal que los jóvenes no lo sepan, son otros tiempos; la sociedad está muy secularizada. Muchos no han estudiado en centros religiosos. Seguro que muchos de sus padres no son creyentes y muchos más solo pisan una iglesia con ocasión de una boda o un funeral». Alguien dijo: «No pasa nada por no saber esas cosas, los jóvenes de hoy saben otras muchas cosas que nosotros desconocemos».
Efectivamente, la sociedad ha cambiado. Es natural que las nuevas generaciones tengan otras referencias, pero me atrevo a discutir eso de que «no pasa nada» si desconocen elementos de la cultura religiosa. Me explico: las religiones son sistemas culturales. Desde la Sociología, Durkheim señaló que la religión es un «sistema de creencias y prácticas relativas a las cosas sagradas», y subraya que cumple una importante función social: cohesión grupal y solidaridad. Marx indica que es un refugio frente a la dureza de la realidad. Y Max Weber destaca que la religión proporciona patrones de conducta, y en su obra 'La ética protestante y el espíritu del capitalismo' explica la relación entre esa visión cultural y el comportamiento económico.
Si nos detenemos en nuestro entorno sociocultural, la religión cristiana-católica es un sistema de creencias, un sistema ético-valorativo con una visión del mundo, con normas (y premios y castigos) y pautas de comportamiento; incluye ritos y símbolos; es una institución. De este complejo cultural también forma parte una estructura social con roles y estatus. Y también implica relaciones entre los creyentes, y entre estos y los que no lo son o son creyentes de otra religión, y, por supuesto, entre los humanos y la divinidad. Se pueden identificar los vínculos entre la Iglesia y el poder político, relaciones de colaboración y de conflicto. Y la influencia en la educación ha sido, y es, muy importante (como sucede con toda institución, con luces y sombras). La institución religiosa, en distintos momentos de la historia y en diversos contextos sociales, ha servido para liberar a los seres humanos y para reprimirlos; diversas organizaciones religiosas han producido violencia y, por otra parte, han desarrollado extraordinarias acciones de solidaridad. El ámbito religioso es tan amplio y complejo que es estudiado por la Teología, la Sociología, la Psicología, la Antropología, la Historia, la Filosofía y otras disciplinas. Despachar de un plumazo la religión, las creencias, los ritos y la organización de una iglesia, es simplista.
La sociedad y la cultura de nuestro país se explican, en gran medida, por la influencia de la institución religiosa (las relaciones entre árabes y cristianos durante siete siglos, el Camino de Santiago, la colonización de América, las navidades, el origen de muchos de nuestros nombres: Manuel, Jesús, María y José).
En el lenguaje cotidiano utilizamos muchas expresiones que proceden de la Biblia y del cristianismo. Decimos: «En el pecado lleva la penitencia»; «Pasar un calvario»; «El que esté libre de pecado que tire la primera piedra»; «Lavarse las manos»; «Poner el dedo en la llaga»; «Ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio»; «De Pascuas a Ramos»; «Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha»; «El beso de Judas». Sí, la lengua expresa el mundo, habla de la sociedad: de cómo somos, de nuestros valores, de nuestras esperanzas y temores. La música, la arquitectura, la pintura, la literatura… se entienden mal sin atender a la cultura religiosa. Si carecemos de algunas referencias histórico-culturales del sistema religioso nos resultará poco comprensible la Pasión según San Mateo de J. S. Bach, la catedral de Burgos o la imaginería que muestran los pasos de Semana Santa, y nos costará entender algunas novelas de Graham Green o la poesía de San Juan de la Cruz.
En definitiva, si tenemos conocimientos de la cultura y la institución religiosa podremos entender mejor el mundo, la historia, las relaciones internacionales, las artes; y, por otra parte, seremos más conscientes y podremos adoptar una posición personal sobre esa cosmovisión, sobre esas creencias.
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