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El sistema sanitario tiene problemas; en consecuencia, la protección de la salud de los ciudadanos presenta carencias. Sé que la afirmación anterior es excesivamente genérica, por tanto, además de imprecisa, se la puede calificar de injusta. A nadie se le escapa que el sistema sanitario ... es muy amplio y complejo, incluye multitud de departamentos, servicios, especialidades médicas; e intervienen diversas administraciones; y, además, hay que referirse al ámbito público y al privado. Un familiar me habla maravillas del Servicio de Prematuros del Hospital Valdecilla, y es conocido que la Organización de Trasplantes de Órganos es ejemplar a nivel mundial. Por el contrario, otro familiar critica a la clínica privada que le ha operado, mientras que yo estoy contentísimo con mi dentista. Efectivamente, cada uno habla de la fiesta según le fue en ella. Reconocido lo anterior, vuelvo al plano general.
Con frecuencia, la prensa recoge las quejas de la población sobre las listas de espera para ser operado o para una prueba diagnóstica (igual que 'la justicia tardía no es justicia', la atención sanitaria lenta es un fracaso del sistema y un derecho mal satisfecho). Se producen manifestaciones de vecinos por el deterioro de los centros de salud. Las protestas por la masificación en hospitales y en consultas son corrientes. La deshumanización de la atención sanitaria se critica con frecuencia. Y escucho a profesionales que se quejan del exceso de burocracia (un médico me dice: «Sobran generales y faltan soldados»; una enfermera señala: «Se invierte demasiado tiempo en planificación, en estadísticas y en cursos que son inútiles, en lugar de prestar más atención al trabajo cotidiano»).
En 1982, el ministro de Sanidad, Ernest Lluch, encargó al sociólogo Jesús de Miguel un informe sobre la situación sanitaria en España. En ese trabajo se indicaba, entre otras cosas: que era necesaria una planificación sanitaria que respondiese a necesidades, que debía promoverse la participación de la población y que era preciso coordinar la atención primaria con el resto del sector sanitario. Además, se advertía que había que luchar contra las desigualdades sanitarias (por clases sociales, por territorios, por grupos de población…). Ha pasado mucho tiempo, la sociedad española ha cambiado, y también el sistema sanitario: los profesionales, los conocimientos científicos, las tecnologías y la organización de los departamentos. Pero algunas carencias permanecen. Por supuesto, el sistema sanitario se debe planificar partiendo de las necesidades, y hay que dotarlo de recursos humanos y materiales. Y el proceso de evaluación es fundamental (los recursos deben administrarse con eficiencia).
Cuando escucho que faltan profesionales me pregunto: ¿Por qué no se forman más especialistas? ¿Por qué no se contratan profesionales de fuera? ¿Por qué no se les paga más para que no se vayan a otros países? Cuando leo que faltan recursos económicos recuerdo que en Economía se habla de elegir entre «cañones o mantequilla»; es decir, ¿por qué no se opta por aumentar los recursos para la salud de los ciudadanos y se reducen en otros sectores? (Es un derecho recogido en la Constitución y un ámbito clave al que responde el Estado de Bienestar).
Claro que la organización de la sanidad está relacionada con la política, pero se trata de un asunto tan fundamental que los partidos deben llegar a acuerdos.
La discusión de Muface, el Gobierno y las compañías de seguros me preocupa. Y una situación semejante la padecen cerca de 1.5 millones de personas. En la prensa encuentro testimonios de ciudadanos que, por la situación, no logran una cita médica de sus compañías de seguros o que se la conceden para unos plazos inasumibles. Los sindicatos han protestado, y el CSIF ha presentado al Defensor del Pueblo las quejas de muchos mutualistas.
Varios amigos me confiesan que no saben qué hacer: Uno dice: «No sé si abandonar a la compañía de seguros, pero, claro, llevo décadas con el mismo médico, conoce toda mi historia de salud». Otro se queja: «Por mi edad, tengo problemas para suscribir una póliza privada». Y un tercero protesta: «Después de estar mil años con un tipo de atención sanitaria ahora el sistema se tambalea y hay políticos que quieren que desaparezca. Pero ni se ha planificado, y ni se ha consultado a los usuarios, y muchos médicos están perplejos. En definitiva, está siendo una chapuza».
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