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Uno. Hace cerca de un mes una avería interrumpió el servicio de Whatsapp. Seguidamente, una cadena de televisión preguntó a varias personas qué les había supuesto quedarse sin acceso a las redes sociales durante horas. Una joven, después de manifestar su gran contrariedad, dijo: «¡No ... supe qué hacer; no iba a ponerme a leer!».
El incidente protagonizado por esta aplicación de mensajería puso de manifiesto la gran dependencia que muchas personas –especialmente los más jóvenes, los llamados «nativos digitales»– tienen de este sistema de comunicación y, en general, de las redes sociales. Al tiempo, además, reveló que para un sector determinado de la población leer un libro es algo extraño.
En 1962, M. MacLuhan publicó el libro 'La Galaxia Gutenberg'. Explicó que la imprenta supuso un extraordinario cambio socio-cultural; señaló que en la era electrónica se desarrollan nuevas formas de interdependencia humana y de expresión. La tendencia es clara: cada día prestamos más atención a las imágenes y menos a la letra impresa; del mismo modo, cada día hablamos más y escribimos menos. El cambio tiene consecuencias: percibimos, interpretamos el mundo y nos comunicamos de forma distinta; para bien y para mal.
Según mi criterio, lo inteligente es que los mayores estemos al día de las nuevas tecnologías y aprovechemos sus potencialidades y, a su vez, que los jóvenes no desaprovechen las virtudes de los medios de comunicación de «el mundo de ayer».
Dos. Según el estudio realizado por la Federación de Editores 'Hábitos de lectura y compra de libros en España 2022', el porcentaje de personas que no leen nunca o casi nunca alcanza el 35%; por el contrario, los que leen todos los días, o una o dos veces a la semana, constituyen el 53%. Los que más leen son mujeres de 14 a 24 años con estudios universitarios. Se lee más en Madrid, País Vasco, Navarra y Cataluña, y menos en Extremadura, Canarias, Castilla-La Mancha y Andalucía, Cantabria está por debajo de la media de España. El porcentaje de lectores en soporte digital es del 29% (esta modalidad ha dejado de crecer). La mayoría (45%) compra libros en librerías y un 26% lo hace por internet. En el último año, solo el 26% ha ido a una biblioteca.
Tres. Pertenezco a la tribu de los que leen, y al subgrupo de los que lo hacen en papel. En ocasiones recomiendo libros. Tengo el hábito de pararme en los escaparates de las librerías a mirar. Leo los suplementos literarios de los periódicos, y anoto el título de un texto sobre el que hablan en un programa de radio o televisión. Eso sí, en absoluto quiero incluirme en el grupo de los que presumen de ser lectores; esa pose de superioridad, de elitismo, me resulta irritante. Cuando sé de alguien que no lee, pienso en lo mucho que se pierde, pero no le juzgo; además, soy consciente de que yo también me pierdo experiencias de las que seguramente esa persona disfruta y aprende.
No soy un lector sistemático, leo por impulsos. De vez en cuando me entra la fiebre y leo sin parar, tengo ansias por leerlo todo, y me siento mal por no poder comprar todos los libros y no tener más tiempo para poder leer. Por otra parte, mi anarquía me lleva a leer novela negra durante unos meses y en otra temporada solo me interesa la novela histórica, o los clásicos, o los ensayos. Y hay épocas en las que no encuentro nada que me atraiga, y me siento raro.
Cuando tengo que argumentar sobre por qué es muy recomendable leer recurro a mi experiencia y, además, me apoyo en algunos maestros: Alberto Manguel, Harold Bloom, Nuccio Ordine, Stefan Zweig, y, ya más próximos: Fernando Savater, Muñoz Molina, y García Gual cuando se trata de los clásicos.
Cuatro. Un libro es lo más parecido al cofre del tesoro; dentro se pueden encontrar riquezas extraordinarias. Hace posible vivir otras vidas, otras formas de entender el mundo; y conocer otros paisajes, otras épocas, otras culturas... Además de servir como divertimento, además de proporcionar placer cultural, además de valer como fuente de información, el libro también proporciona alimento para la reflexión, para la creatividad. Contribuye a que abramos nuestra mente. La lectura nos cambia.
El cineasta Antonio Gasset, en una de sus impagables despedidas del programa 'Días de Cine', dijo: «Sed buenos, desconfiad de la política, no descuidéis el aseo personal y, sobre todo, amad y leed». Pues eso.
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