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Uno. La Universidad Centroamericana (UCA) de Nicaragua, dirigida por los jesuitas, ha sido cerrada por el régimen de Daniel Ortega acusada, al parecer, de ser «un centro de terrorismo». Además, han sido incautados todos sus bienes.
La reacción por parte de los diversos organismos ... internacionales, las autoridades políticas extranjeras y las distintas universidades ha sido significativa. Así, entre otras, Antonio Guterres, secretario general de la ONU, ha mostrado su «preocupación»; el Departamento de Estado de EE UU ha declarado que se están erosionando las instituciones democráticas; el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLASO) se ha manifestado en defensa de la UCA; y desde la Universidad de Costa Rica se ha hecho un llamamiento a la comunidad internacional y a las instituciones de educación superior para condenar lo que cree es un «acto de represión» y para defender el derecho a una educación libre, crítica y de calidad.
Por su parte, la Compañía de Jesús ha dicho que las acusaciones son «falsas» e «infundadas» y que lo sucedido es «el precio a pagar por la búsqueda de una sociedad justa, proteger la vida, la verdad y la libertad del pueblo nicaragüense».
El artículo 125 de la Constitución Política de la República de Nicaragua, referido a la autonomía de los centros de educación superior, dice: «Se garantiza la libertad de cátedra. El Estado promueve y protege la libre creación, investigación y difusión de las ciencias, la tecnología, las artes y las letras, y garantiza y protege la propiedad intelectual». Sin embargo, la deriva autoritaria del régimen político nicaragüense es clara: en los últimos años ha cerrado 27 universidades privadas y ha intervenido diversos partidos políticos, asociaciones y organizaciones.
Dos. En relación con la educación, la lógica del actual régimen político de Nicaragua se asemeja mucho a la seguida por todos los poderes autoritarios, de derechas y de izquierdas: control férreo del sistema educativo, y también de los medios de comunicación. Todos estos poderes no democráticos suprimen la libertad de pensamiento, rechazan cualquier crítica, no admiten la pluralidad ni el debate; su modelo es el pensamiento único. El control de la educación, el adoctrinamiento ideológico, la censura y la represión de los docentes no seguidores de las directrices del poder, y en general de los disidentes, ha sucedido en el fascismo, el nazismo, el franquismo, y en todos los regímenes comunistas: en la Revolución Cultural china, en la antigua URSS y en la actual Rusia, en la Camboya de los jemeres rojos, y en otros regímenes autoritarios, algunos de derechas y otros de izquierda, unos de corte militarista y otros seguidores de ideologías religiosas (la forma de actuar de los talibanes en relación con la educación de la mujer es un ejemplo dramático). Estos poderes no democráticos, del pasado y de la actualidad, censuran libros, periódicos y películas, purgan a educadores y a intelectuales, adoctrinan a la población, pretenden que esta no sepa y no haga preguntas, buscan «la paz de los cementerios». Con la supresión de libertades, negando derechos fundamentales, se mantienen en el poder y se reservan privilegios.
No podemos permanecer indiferentes cuando se ataca a la libertad y a los derechos humanos. Y no es coherente alzar la voz por algunas causas y permanecer callados por otras. La libertad, la igualdad y la justicia social son para todos, para hombres y mujeres, para los de todas las orientaciones sexuales y confesiones religiosas, para los españoles y para los nicaragüenses.
Coda. El 16 de noviembre de 1989, en la UCA de El Salvador asesinaron a ocho personas, seis jesuitas y dos empleadas de la universidad (un mando del ejército salvadoreño había acusado a la UCA de ser un centro de operaciones terroristas). El sacerdote más conocido era Ignacio Ellacuría, rector de la universidad, un intelectual y teórico de la Teología de la Liberación. Durante 15 años, el día del aniversario del asesinato, el también jesuita y miembro de la UCA Jon Sobrino, pronunció una homilía en forma de 'Cartas a Ellacuría' (así están publicadas en editorial Trotta); pues bien, en la primera de las 'cartas' escribió: «Eras discípulo fiel de Zubiri, filósofo y teólogo de la liberación, teórico de movimientos políticos populares, pero no peleabas por esas teorías como si fuesen un dogma».
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