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Uno. En otras latitudes encontramos la calle 42 y la Quinta Avenida. En nuestra sociedad la calle Pérez Galdós y Héroes de Filipinas.
Los nombres de las calles y los monumentos que se levantan en las plazas: la estatua de un general, de un escritor, ... de un obispo, o de un científico; o el busto de un deportista o de una cantante son homenajes a personas que se consideran ejemplares; recuerdan acontecimientos históricos o hechos relevantes para una sociedad.
Esos nombres y monumentos hablan de una parte de nuestra historia; recuerdan sucesos y destacan a los héroes de la tribu. Son símbolos grupales. Y representan valores, transmiten visiones de la realidad social.
Es el poder (el poder político, o el grupo de presión: económico, religioso, social…) quien pone el nombre de las calles y levanta los monumentos. Es habitual que los que gobiernan homenajeen a los suyos y, al mismo tiempo, retiren los nombres de los contrarios; así, la calle de Alfonso XIII se convierte en calle de la República.
Raúl Limón, en 'El País', destacó que en el callejero hay muchos nombres de nobles y santos, y pocos de mujeres y de científicos. Y, en 'ABC', Luis Cano ha observado que muchas calles se denominan Iglesia, Constitución y Real; y advierte que en varios municipios catalanes la fecha del referéndum del 1 de octubre del 2017 forma parte del callejero, en ocasiones sustituyendo a los nombres España o Constitución.
Dos. ¿Qué nombre poner a una calle? Si se elige el nombre de un general o de una batalla seguro que se alzan las voces de los vencidos; y si se pretender levantar una estatua a un torero las protestas de los animalistas serán importantes. Es natural, vivimos en una sociedad muy plural. Los que para un grupo son héroes para otro son opresores; por otro lado, las costumbres y valores de hace dos siglos son muy diferentes a los que hoy predominan. Para evitar el conflicto, algunos ayuntamientos e instituciones han reunido a expertos para elaborar directrices que sirvan para lograr el consenso entre las diversas sensibilidades.
Yo propondría nombres de hombres y mujeres ejemplares e indiscutibles: científicos, artistas, escritores, deportistas, profesores, y también me gusta que se nombre a esa tendera que fiaba a todos los vecinos que pasaban necesidad. Algunos prefieren nombres neutros: calle el clavel o los robles. A mí no me gustan; en todo caso, prefiero la calle Argentina o Perú: es una forma de contribuir a unir a los pueblos.
Tres. ¿Cambiamos los nombres de las calles? La respuesta no es sencilla. La normativa es conocida: la Ley de Memoria Histórica (2007) y la Ley de Memoria Democrática (2022), que reforma la anterior. Dejo el asunto a los expertos, pero me atrevo a opinar: en términos generales, no me gusta que se cambien los nombres de las calles, ni me gustan que se quiten estatuas. Y si hay que retirar algunos monumentos que se haga con bisturí: solo los que son claramente ofensivos para un sector de la población. Los sucesos históricos deben formar parte de la memoria, aunque hoy se interpreten de forma distinta a como se hacía en el siglo pasado.
Cuando pregunto a mis alumnos quién es ese general que da nombre a la calle la respuesta es el silencio. Entonces, ¿tiene sentido retirar su nombre? ¿No sería más interesante que, junto a su nombre, se pusiera una placa explicando qué representó históricamente? Por otra parte, ¿es lógico juzgar con criterios de hoy algunos comportamientos que tuvo una persona hace 50 años? ¿Juzgamos con los valores del siglo XXI las actuaciones de un 'conquistador' del siglo XVI? ¿Valoramos con las premisas actuales el comportamiento económico o las prácticas medioambientales de un empresario del XIX?
Concluyo. Hace unas semanas el Ayuntamiento de Santander, respondiendo a una petición de los vecinos, puso a una calle el nombre de César de la Campa. César (así le llamaban todos los vecinos) fue el párroco de la iglesia Espíritu Santo. Fue un cura ejemplar, ayudó a todos: a los jóvenes, a los ancianos y a los que tenían más necesidades. Fue una persona extraordinaria y merece ese homenaje; debe ser recordado, y está bien que aprendamos de sus valores.
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