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No tener en cuenta el saber de otros es un error. No escuchar a los mayores es perder importantes capacidades. Tener que subrayar que la experiencia es valiosa indica que esta sociedad está desencaminada.
Los jubilados, los antiguos alumnos que hoy trabajan en empresas y ... organizaciones, y los conocidos que ocupan puestos en distintos ámbitos poseen conocimientos y experiencias valiosas. Por tanto, pueden aportar mucho a empresas, a organizaciones, a centros educativos. Sin embargo, ese saber no se aprovecha, se desperdicia. Es común que las organizaciones se olviden de que junto a ellas hay profesionales de otras actividades que pueden aportar ideas y soluciones de interés.
¡Cuánto despilfarro de talento! ¡Qué falta de imaginación y de iniciativa! ¿Es preciso insistir en que se puede aprender de todos? ¿No se cae en la cuenta de que con frecuencia se aprende más del distinto que del que trabaja a nuestro lado o es del mismo oficio?
Conozco a profesionales con una brillante carrera, con experiencia y capacidad, que me relatan que después de jubilarse sus empresas nunca les han llamado para, por ejemplo, exponer a los trabajadores menos experimentados procedimientos que no están recogidos en ningún manual. Es decir, hasta ayer eran valiosos, pero dejaron de serlo al día siguiente de su jubilación. Eso sí, esas mismas empresas contratan a un 'experto' de otra región para que imparta un cursillo a sus empleados. La diferencia es que en muchas ocasiones el experto foráneo sabe poco y cuesta dinero, mientras que el viejo trabajador sabe más y posiblemente acudiría gratis y encantado.
¿Hay que insistir en que los mayores tienen mucho que aportar? La sabiduría popular dice: 'Más sabe el diablo por viejo que por diablo' y 'La experiencia es la madre de la ciencia'. Yo, hoy en día, puedo aportar mucho más a mis alumnos que cuando comencé a dar clase: tengo experiencias acumuladas; he cometido muchos errores, y soy más modesto: hago menos afirmaciones rotundas, y sé que estoy de paso.
El progreso se logra acumulando conocimientos, compartiéndolos, intercambiándolos, transmitiéndolos. Y en ese proceso de enseñanza-aprendizaje la responsabilidad de todas las partes es fundamental: los que tienen conocimientos, experiencias y criterios distintos deberían transmitirlos, y el que carece de ellos tiene que apartar prejuicios, ser modesto y escuchar a los otros: mayores, jóvenes o distintos.
Tres son los principales factores que provocan el despilfarro del talento: la endogamia, el adanismo y la burocracia.
1. La solidaridad tribal es común y responde a una lógica clara; así, en los procesos de emigración es habitual que el primero que emigra, una vez instalado en la nueva sociedad, acoja y ayude con sus conocimientos y experiencia a su familiar y al de su pueblo. Esta ayuda mutua está detrás de la organización de diversos tipos de fraternidades: la asociación de antiguos alumnos de un colegio mayor, de una universidad, los del mismo cuerpo del ejército, los del mismo partido político… Pero, la endogamia, en el ámbito sociocultural, tiene consecuencias muy negativas: el sectarismo y el nepotismo; además se olvida que los distintos, con su perspectiva y criterio diferente, pueden hacer aportaciones valiosas.
2. En la sociedad actual se ha sacralizado lo nuevo (para estimular las compras las estrategias comerciales transmiten que lo nuevo es mejor). En la misma lógica, se adora a los jóvenes y prolifera el adanismo: muchos piensan que han descubierto el Mediterráneo y no reconocen que cuando ellos van otros ya han vuelto (efectivamente, la ignorancia es muy atrevida).
3. Un amigo que da clase de música me cuenta que se encontró en la calle a un músico que pedía dinero tocando melodías con un instrumento singular: una tuba del Tirol. Pensó que podría ser interesante llevar al músico a su colegio y que, por alguna compensación económica, mostrase el instrumento, la música y el contexto en el que se utiliza. Pues bien, no pudo ser: la burocracia, la rigidez de la organización, lo impidió.
Concluyo. Las sociedades y organizaciones abiertas, inclusivas y plurales, dotadas de los oportunos instrumentos de cohesión social y establecidas las normas de convivencia y respeto mutuo, son más fuertes y más prósperas.
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