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No todo es sol y playa. Hay muchos tipos de turismo, existen diferentes modos de ocupar el tiempo libre. Los recursos económicos, las circunstancias familiares, la edad, los estilos de vida y las aficiones y preferencias personales son factores que influyen a la hora de ... escoger entre las diversas alternativas de vacaciones.
El turismo de sol y playa continúa siendo el más numeroso, y el que atrae a más extranjeros, y del que más hablan los medios de comunicación, pero cada día crece más el llamado 'turismo cultural': son muchos los forasteros y nacionales que quieren conocer la arquitectura, los museos, los festivales de música y la gastronomía de las distintas comarcas de España). También son muchos los que optan por regresar al pueblo, a los orígenes, a reencontrarse con los familiares que han permanecido en la tierra donde han nacido, a volver a ver a los amigos de la infancia, a participar en las fiestas tradicionales, y a volver a contemplar los paisajes nunca olvidados. Efectivamente, las raíces y la nostalgia atraen.
Un tipo de actividad turística que está creciendo mucho en los últimos años es la vinculada con la montaña. Cada vez hay más gente que sube al monte. Unos hacen excursiones por senderos de pequeño recorrido, otros hacen largas travesías de refugio en refugio, hay quien hace escalada; y cada vez hay más personas que disfrutan con la bicicleta de montaña. Décadas atrás los montañeros eran unos pocos, hoy en día son miles. Hay rutas y cumbres que solo son accesibles para deportistas y montañeros experimentados, mientras que otras excursiones las pueden hacer la mayoría de las personas con una condición física normal. En el monte, en algunas sendas, se encuentran hombres, mujeres y niños; jóvenes y mayores; algunos van en grupo, hay parejas con niños, y hay mujeres que caminan solas. Aunque las circunstancias y motivaciones pueden ser muy distintas, todos comparten el amor por el medio natural.
En términos generales, calzarse unas botas, coger una mochila y subir al monte es una actividad de ocio, es ejercicio físico, es distanciarse del medio urbano y de la masificación, es sentir la naturaleza, es apreciar la soledad. Las relaciones sociales también cambian: cuando te encuentras con alguien en la montaña lo natural es el saludo amistoso al desconocido; de forma espontánea se ayuda al que necesita algo y, por supuesto, al que está desorientado. En la montaña el otro es alguien próximo, es un compañero de ruta. Por otra parte, es común que el excursionista aprenda a valorar y respetar el medio natural y las formas de vida de la población rural. El contacto con la naturaleza suele provocar cambios en la forma de percibir y estar el mundo.
El montañismo, el senderismo, también cumple importantes funciones económicas y sociales. A nadie se le escapa que el equipo de montaña (ropa, botas, mochila, bastones…) implica comprar-gastar. Y el excursionista también hace gasto en los bares, restaurantes y hoteles próximos a la montaña. Es decir, este tipo de actividad de ocio repercute en la economía y, además, da 'vida' al entorno; contribuye a combatir la despoblación, a fijar la población.
Como toda actividad económica-social, el turismo de montaña debe planificarse y gestionarse adecuadamente. En este sentido, los responsables públicos, las entidades privadas y el conjunto de los ciudadanos (tanto los que residen en localidades de montaña como los visitantes) deben cuidar todo lo relacionado con este ámbito. ¿Cómo pretender que la gente acuda a la montaña si no se protege y difunde este recurso? ¿Cómo voy a hacer una ruta si no está bien señalada? ¿Cómo voy a volver a una localidad si me encuentro con un espacio descuidado, o donde me tratan de forma áspera? Es preciso transmitir a los visitantes que la montaña es 'sagrada', que el medio debe ser tratado con respeto.
En el pirineo oscense me encuentro con un paisaje diferente al de mi tierra: contemplo 'ibones' (lagos de montaña de origen glaciar), rocas de granito, pinos silvestres..., escucho a las marmotas, veo a caballos en libertad. Camino por sendas que están bien marcadas. Y conozco localidades que tienen una arquitectura armónica, donde ningún edificio desentona. Después, cuando pienso en mi querida región, en su riqueza natural y en la actividad de montaña que se hace en ella, tengo sentimientos de envidia y de cierta tristeza.
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