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1Las viviendas hablan de quienes vivimos en ellas; lo saben muy bien los arqueólogos, y cualquiera de nosotros también puede reconocerlo. Por supuesto, la ubicación y el tamaño de la casa es un reflejo de la posición económica de los propietarios. Los recursos de los ... dueños también se manifiestan en los aspectos materiales y en los contenidos. Además, el número de convivientes, y su edad, y su dedicación profesional, y sus gustos y aficiones, incluso ciertos aspectos ideológicos se pueden concluir observando cómo es el continente y el contenido de una vivienda. Mostrando dónde y cómo vimos nos comunicamos. Nuestro entorno físico más íntimo cuenta cómo somos y cómo es nuestra vida.
Un conocido me visitó por primera vez en mi domicilio y sorprendido me dijo: «Está claro que eres profesor: tienes libros por todos lados. Y también te gustan los cuadros». Y al poco me indicó: «¡A ver cuando te compras otro televisor, ese es del pleistoceno!». Efectivamente, solo con un vistazo hizo un retrato bastante preciso. Por trabajo y por afición acumulo libros, mientras que a otras personas les gustan los aparatos electrónicos, y hay quien llena su casa de ropa, o de botellas de vino, o de artículos de deporte, o de macetas, o de biberones (y, sí, hay personas que viven en la pobreza y que sus viviendas están prácticamente vacías, sin ninguna comodidad)
Hay revistas de decoración y programas de televisión que enseñan las casas de personajes populares y, también, viviendas de lujo o singulares. Pues bien, ¿no se han fijado que lo más habitual es que en esas casas no se vean libros?; como mucho se pueden observar grandes libros de arte o de viajes y colecciones de libros perfectamente encuadernados y ordenados; es decir, libros para decorar, no para leer. Es revelador. A ello voy.
¿Qué pasa con los libros? En primer lugar, se lee poco, y menos en papel (cada vez hay más gente que lee el periódico y los libros en el móvil o con una tableta). Además, el libro tiene ahora menos prestigio; en la actualidad el prestigio lo tienen los aparatos electrónicos. Por otra parte, las revistas de decoración quieren mostrar un espacio amplio, y si se recargan de objetos se transmite la sensación de agobio. Pero esa imagen de una vivienda sin libros no es neutra, traslada una idea: los libros no son importantes, lo valioso es el enorme televisor que preside la sala (es oportuno recordar el anuncio: 'Si tú lees, ellos leen'). En contraste, afortunadamente, algunos medios de comunicación muestran las extraordinarias bibliotecas de maestros como, entre otros, Emilio Lledó, Pérez-Reverte, Javier Marías, Amando de Miguel, Vargas Llosa. ¡Qué envidia!, digo cuando veo esas imágenes.
2. ¿Es necesario insistir en la defensa del libro? Me temo que sí. Con ese propósito recordaré las palabras de algunos maestros:
Dijo Borges: «El libro es una extensión de la memoria y de la imaginación». Y también: «Una forma de felicidad es la lectura». Cuentan que Michel de Montaigne, todas las noches, después de cenar, se retiraba a la biblioteca, se encerraba con sus libros, y se sentía feliz junto con Séneca, Plutarco, Virgilio… Como hemos leído, Cervantes cuenta que el hidalgo se daba a leer libros de caballería con tanta afición y gusto que se olvidó de la caza y de la administración de la hacienda, y vendió parte de sus tierras para comprar libros… y llegó a perder el juicio.
El filósofo Emilio Lledó destaca que la obra escrita habla a un futuro lector y, también, que espera una respuesta. Por su parte, Robert Escarpit, después de indicar que el libro es indefinible, se refiere a, entre otras, las siguientes funciones del libro: es un medio de comunicación, es un objeto, una inversión, un símbolo de estatus; y transmite informaciones; y muestra pautas de comportamiento, actitudes y valores. Y promueve el conocimiento, y el disfrute, y estimula la imaginación, y detiene la soledad. Fernando Savater ha afirmado: «Los que hoy nos tenemos por civilizados somos ante todo el producto de los libros». Por último, si hablamos de los libros no es posible dejar de mencionar y recomendar el magnífico texto de Irene Vallejo 'El infinito en un junco'.
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