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Algunas personas dejan la ciudad y regresan al campo. No son muchas, pero este movimiento migratorio es significativo. Quizá algo esté cambiando.
Hace unos meses, en un pequeño pueblo de Extremadura, conocí a una joven pareja que ha abandonado la ciudad de Barcelona y se ... ha instalado en una casa de campo. Han comprado una finca, están reformando una casa, han plantado olivos, tienen un huerto y unas gallinas. Él, ingeniero informático, propuso a la multinacional desarrollar su trabajo desde el pueblo, a 400 kilómetros de distancia; y la empresa lo vio bien. La situación de ella es complicada: es educadora social y en el pueblo no tiene trabajo; en consecuencia, su situación laboral es inestable; cada cierto tiempo debe irse algunos meses a trabajar a otra localidad (en ocasiones regresa a Barcelona). La pareja me contó que llevan cerca de dos años en esta situación y que están muy contentos; no se plantean regresar a la gran ciudad.
En esa pequeña localidad, alejada de núcleos urbanos, también he conocido otro fenómeno: muchas casas que estaban abandonadas se están volviendo a ocupar por jubilados que regresan a su localidad de origen. Algunos van a pasar vacaciones de verano de tres meses, otros alargan el periodo a medio año, algunos se instalan definitivamente. El resultado de la llegada de jóvenes y de mayores es que el pueblo cada día tiene más gente, más vida, y hay más actividad económica, y más demanda de servicios.
¿Cómo se explica el regreso al pueblo? Por el momento el fenómeno es reducido y, en consecuencia, falta perspectiva y datos para un análisis preciso, pero se pueden señalar algunos factores de este incipiente proceso migratorio. Por una parte, el elevado precio de la vivienda en la ciudad lleva a algunos jóvenes a pensar que por el precio de un piso pequeño pueden tener una casa grande y un huerto en una localidad rural. Además, las vías de comunicación y los medios de transporte hacen que sean accesibles servicios que se ubican en la ciudad.
El teletrabajo constituye una oportunidad para desarrollar algunas actividades laborales desde casa, con unos pocos desplazamientos al mes o al trimestre a la sede central de la empresa. La compra por internet y las empresas de transporte acercan los productos que se desean desde la aldea.
Existe otro factor muy importante: el estilo de vida. Cada vez son más las personas insatisfechas con su vida en la ciudad; les abruman las prisas, el ruido, las relaciones impersonales... Un sector de la población necesita huir de la rutina cotidiana, de la opresora comodidad, de los ritmos acelerados y estresantes de la urbe moderna. Estas personas recuerdan que en el pueblo de sus abuelos existe paz, el ritmo es sosegado, las relaciones con los vecinos son más humanas y, además, se puede disfrutar de la armonía de la naturaleza.
Regresar al contacto con la naturaleza y llevar una vida sencilla, poniendo distancia con el estilo de la gran ciudad, es una opción defendida desde perspectivas muy diversas. Joaquín Araujo cuenta que es un afortunado: «Mis ojos desayunan horizontes con varios centenares de kilómetros a la redonda sin que llegue a ver otra casa que no sea la de los míos (…) Llegan a mi boca alimentos que contemplé crecer (…) Cultivo la tierra, pastoreo, planto árboles. Y me paro a ver pasar la vida por los seres vivos». Y también afirma: «Los exteriores enriquecen los interiores».
Luchar contra el despoblamiento de muchos territorios es un reto importante. Las iniciativas de los ciudadanos son valiosas, son fundamentales, pero no es suficiente; las administraciones, empezando por la nacional y las autonómicas, deben intervenir, y también deben hacerlo las entidades profesionales y las asociaciones. No se puede pretender que los ciudadanos solos, sin ayuda, se enfrenten al desafío de integrarse laboral y socialmente en un medio en el que hay pocas infraestructuras, servicios y oportunidades económicas. Hace falta planificación e iniciativas diversas. Hay que desarrollar el sector primario (no se puede vivir solo del turismo), hacen falta medios de comunicación y de transporte, y servicios sociales, sanitarios, culturales, educativos... Las zonas rurales deben ser mucho más que una descripción literaria y el paisaje de una fotografía, deben ser una alternativa de vida, y eso significa desarrollo socioeconómico.
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