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Todas las semanas muchos repiten el mismo comentario: «¡Por fin es viernes!», y el domingo, después de comer, también son muchos los que se ponen ... de mal humor y protestan: «Mañana es lunes. ¡Qué pereza!». Hay quien habla de la 'depresión del domingo'. Este estado de ánimo se incrementa después de un largo puente y, especialmente, al finalizar un periodo vacacional (todos los años, en el mes de septiembre los medios de comunicación dan voz a expertos que explican qué son el 'síndrome postvacacional' y la 'ergofobia'). La conclusión es sencilla, no son pocos los que viven el trabajo como un castigo; sí, como el mito del condenado Sísifo: otra vez, eternamente, hay que subir la montaña con la roca sobre los hombros.
La vuelta al puesto del trabajo se percibe de forma distinta según las circunstancias de cada persona. Para algunos significa un mal trago y lo temen; otros, por el contrario, regresan con ilusión o al menos con tranquilidad. Para los primeros abandonar el paraíso del fin de semana o de las vacaciones es duro; para los segundos el regreso a la actividad laboral implica oportunidades y encuentros gratos.
En una cafetería escucho la siguiente conversación: «¡Qué pereza volver al trabajo, a madrugar, al atasco…!». «A mí lo que más me cuesta es tener que aguantar al impresentable del jefe… Y tengo algunos compañeros que son para echarles de comer aparte». «No os quejéis que yo, en las clases, tengo que lidiar con adolescentes». Un miembro de la tertulia advierte: «¡Ojo, no olvidemos que muchos carecen de empleo!».
Es comprensible que a una mayoría no le resulte grato tener que someterse a un horario, a obligaciones, a problemas y preocupaciones laborales. Lo común es que esta sensación incómoda se asuma sin grandes esfuerzos, el problema se encuentra en un sector de la población que sufre especialmente al tener que reincorporarse al ámbito laboral: le cuesta dormir, está triste, de mal humor, tiene problemas gastrointestinales... Algunos sienten angustia, la situación les supera y precisan de la ayuda de profesionales; afortunadamente estos casos son minoritarios.
Que el regreso al trabajo no sea una transición natural, que no se viva como una etapa de crecimiento personal, una oportunidad para realizar tareas interesantes y útiles, una ocasión para mantener relaciones personales gratas, indica que el modelo de organización económica y social no funciona bien. Que bastantes personas vivan la actividad laboral con desasosiego, y en algunos casos de forma grave, es un signo de que existe un problema serio.
En la mayoría de los casos las insatisfacciones en el trabajo se producen por unas malas relaciones sociales: problemas con jefes, con compañeros y con clientes-pacientes-alumnos… Es poco frecuente que la causa se encuentre en la actividad (claro que hay trabajos que son especialmente duros o que implican grandes exigencias: responsabilidad, riesgo, tensión, turnos y horarios complicados…), lo común es que el trabajador insatisfecho sufra por 'el factor humano'.
Lo anterior es una manifestación de que en el mundo del trabajo, en las organizaciones de diverso tipo, no se cuida un elemento fundamental: las relaciones personales. Se ha repetido con frecuencia: para que una organización funcione hay que gestionar y armonizar, entre otros, los elementos materiales, los aspectos económicos, el ámbito del conocimiento-innovación-información, los aspectos organizativos y de estructura de personal, el liderazgo, la formación continua y, claro, la política retributiva. Pero, además, hay que atender a las relaciones humanas. Si el ambiente es bueno, si hay colaboración en lugar de competencia, si hay solidaridad, si los conflictos personales se abordan pronto, si hay sistemas de mediación, si se cuida al compañero, la organización será más eficiente y, además, se verán más sonrisas y habrá menos absentismo laboral y bajas por depresión. La motivación económica y el prestigio profesional son factores que por sí solos no producen una satisfacción profunda. Uno de los objetivos de toda organización debería ser que su grupo humano fuera feliz, ¿es una pretensión ingenua?
Coda. La situación descrita también sucede en el ámbito escolar. Hoy es común que los niños vayan contentos al colegio: saben que se van a encontrar con un ambiente grato, que las relaciones serán cálidas, que tendrán exigencias, pero que van a aprender. Pero no puede olvidarse que algunos alumnos sufren en la escuela; entre otros factores, el rechazo incluso el acoso entre compañeros existe. Y, lamentablemente, un sector de los docentes también lo pasa mal.
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Ana del Castillo
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