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Qué bien funciona el sistema. Es admirable. Qué brío, qué firmeza, qué energía. Los sistemas abiertos tienen esta prodigiosa capacidad de adaptación. Algunas claves del éxito son las cortinas de humo y las maniobras de distracción. Y otra clave, mucho más efectiva, es producir eventos ... que significan una cosa distinta de la que aparentan. Vas, por ejemplo, a una cata de olores de Loewe, con deseo de poner a prueba tu finura olfativa en buena compañía y un entorno privilegiado, rodeado de elegancia y buen gusto, colores atractivos y morfologías seductoras, en un invernadero florido y rococó, y te encuentras de pronto, las etiquetas no mienten, en mitad de un mitin de Sumar. Una cita donde los discursos chispeantes de ingenuidad y buenismo, las texturas de moda y los perfumes modernos publicitan a la nueva lideresa, Tierna de Vil, rediseñada al detalle como heroína de una película popular de dibujos animados.
Las apariencias no engañan. Ves otra vez a los dos paladines de la derecha y la izquierda peleando en el Senado con dialéctica desgana y agresividad masculina y los tomas por viejos farsantes sirviendo a la comedia del bipartidismo amortizado. Uno no da la talla como candidato, aunque podría ser buen presidente, y el otro se siente feliz en esa posición, pese a su dudoso ejercicio presidencial. Paradoja que los politólogos deberían explicar a la ciudadanía. Por no hablar de la paradoja suprema. Cómo pudo ocultarse durante cuarenta años que en el Palacio de la Zarzuela vivía instalado un monarca absoluto apenas limitado por el poder constitucional.
Que no nos cuenten más películas. El cambio climático, la transición ecológica, el invierno demográfico. Las narrativas globales que pretenden explicar lo que está pasando en el mundo no son más que alegorías didácticas, como el niño indio chupando la punta de la lengua del Dalái Lama. Los expertos sueñan con máquinas inteligentes que releven a los políticos en la toma de decisiones. Están hartos de ser manipulados. El siglo XX nos enseñó que era mejor como gobernante un payaso que un tirano. El siglo XXI ha revelado que las payasadas pueden ser otra forma de tiranía. Ya suena el ruido mediático de la farándula electoral y aterra pensar en su vacío. Pagamos un alto precio por preservar el derecho a voto. Generar una casta parasitaria que no nos representa. Imagino que los expertos y las máquinas a su servicio tendrán una solución eficaz a este problema. Si no, el futuro será también por defecto.
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