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Causa y consecuencia, como diría Tony Soprano. Voto y me siento liberado. Voto y me libero de inquietudes. Voto acalorado y mi imaginación se dispara en pos de un país inexistente. Mi imaginación no tiene límites. No hay programa electoral satisfactorio y, sin embargo, he ... votado. He votado a ciegas, es verdad. El apagón de las encuestas oscurece la votación y la imaginación calenturienta produce monstruos. La imaginación está en el poder desde hace tiempo y ya no es lo que era. También ella se ha corrompido. Invocar el poder de la imaginación para cambiar el mundo es un juego peligroso si quien gobierna la sala de máquinas solo cree en el poder y no en la imaginación.
Vi a Sánchez cerrar la campaña apelando a la retórica militante. Se describió a sí mismo y a su partido como un ciclista curtido que, superadas todas las etapas, se corona campeón de la carrera. Este ha sido el síndrome de su gestión. Sánchez imaginó todo lo que podía hacer con la bicicleta antes de tenerla, soñó en voz alta con hazañas y victorias, y cuando tuvo la bicicleta en su poder no supo qué hacer con ella. Los asuntos ideológicos los convirtió en estandartes para convencernos de que él representaba la única opción que permitía imaginar una España mejor y encargó el trabajo sucio a sus socios.
Los errores de Sánchez son producto de una combinación nociva. Absoluta carencia de autocrítica, ceguera ideológica y máxima voluntad de poder. Si Sánchez tenía un plan no ha sabido ni querido explicarlo, convencido de que no era necesario, dejando a la imaginación la conjetura de sus motivos de fondo. Así podía decretar a su antojo y envolver sus fiascos en una humareda dialéctica sin justificarse. Contra todo pronóstico, no acusa demasiado el desgaste y evita hundirse en la miseria. Es irónico. Cataluña era el problema y Cataluña acude al socorro de Sánchez. Y ahora qué.
En el escenario de una España ingobernable, la repetición electoral sería el mal menor. No creo que gobierne Feijóo, triste ganador. No hace falta mucha imaginación para hacerse una idea de su proyecto, aunque una dosis de realismo político no vendría mal ahora, con un Parlamento fragmentario e igualado. Las alianzas de Sánchez para gobernar serán muy dañinas. No sabemos en manos de quién estamos. La incógnita es preocupante. Nos jugamos mucho. Tengamos imaginación e inteligencia para diseñar un futuro distinto. El mundo es un lugar duro y áspero y no la Disneylandia de nuestros deseos. No lo olvidemos, por lo que pueda pasar.
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