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Pobres criaturas

La corrección política deforma la realidad, amenaza la libertad e infantiliza a las mujeres

Martes, 6 de febrero 2024, 07:09

Lo más terrible en la vida es la arbitrariedad. No vale todo, no todo vale lo mismo. Rubiales es un impresentable, no me cabe duda, y merece todo lo que le pase, pero no solo por sus excesos íntimos con la mujer del año. Un ... beso es un beso, lo dice la tradición romántica y Hollywood lo convirtió en la síntesis de todos los deseos y placeres posibles entre hombres y mujeres, pero hay besos que matan la ambición. Se olvida a menudo. De ahí a equiparar un beso robado con una agresión sexual media un abismo novelesco. Si yo fuera un juez convencional, me daría terror asomarme al borde de ese abismo. Terror y vértigo. En esa brecha peligrosa se puede ver de todo, en toda su crudeza y desnudez, desde los monstruos más espantosos del porno duro a los desmayos más deliciosos del místico. Ahora bien, desgarro agresivo o roce superfluo, sorprende que la consideración penal del acto de Rubiales merezca semejante severidad de parte de las líderes de la izquierda vociferante y de sus adláteres del sexo perdedor, los mismos que juzgan con generosidad extrema que la violencia independentista no es terrorismo sino gamberrismo. Terrorismo, pero poco, diría Miguel Mihura.

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