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No podemos abstenernos. Votar es imperativo en estas elecciones, aunque no haya por dónde cogerlas. Antes de votar en conciencia, cualquier elector crítico tendrá que plantearse cuestiones en las que no piensan los dos candidatos que lideran el pelotón. El debate televisado se reveló estéril ... y sirve como resumen de una campaña electoral vaciada de contenidos y sobrecargada de malas formas y gestos feos. Una campaña a regañadientes. Es el presidente Sánchez quien nos ha arrastrado a esta ingrata refriega en el polvo y el calor del verano. Hacernos confundir elecciones con vacaciones es un fallo estratégico imperdonable. Las secuelas están a la vista.
El nivel intelectual de la campaña es digno de preescolar, como si no estuviera en juego, más allá del castigo a las políticas de Sánchez, el futuro de España. No ironizo. Derogar el 'sanchismo' es un lema facilón en un clima de impopularidad creciente, pero proponer un programa convincente de gobierno, en la situación actual, es una tarea heroica. Todo se plantea en términos coyunturales y los asuntos más espinosos, relativos al porvenir, se relegan a la trastienda del programa para no asustar al grueso de los votantes. Es verano, las temperaturas cotizan al alza y más vale no exigir esfuerzos mentales impropios de la estación. Pese a todo, preveo una participación elevada.
Uno de los raros placeres de estas elecciones tiene relación con el poder de los números. La tecnocracia ha hecho estragos y los periodistas y los políticos se pasan horas discutiendo sobre naderías, mientras los expertos publican encuestas diarias de alta fiabilidad que retratan la evolución a cámara lenta de la intención de voto. No sé cómo a nadie se le ha ocurrido aún organizar apuestas, como en el fútbol, sobre los resultados de las encuestas electorales, añadiendo a la dimensión estadística una emoción económica. Eso haría más vibrante una campaña cada vez más previsible y tediosa. Aplicando los algoritmos de la teoría de juegos salvaríamos la democracia de sus vicios más arraigados.
Es lo decisivo en estos comicios. No hay voto útil cuando nos estamos jugando qué modelo de democracia queremos. La que se sustenta en la dictadura de los datos, sin más historia, o la que sostiene contenidos políticos y se funda en la historia con realismo y visión de futuro. Navegamos sin rumbo desde hace tiempo y necesitamos uno nuevo con urgencia. Ese será el sentido de mi voto el próximo domingo. Espero que sea también el de la mayoría de los votantes.
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