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Escribir en estas páginas tiene sus ventajas. Los temas de nuestra ciudad son recurrentes y terminas cogiéndoles cariño. Es como un eterno retorno y un ' ... reotoñeo' en espera de tiempos mejores. Dejaremos aparte el Palacio municipal: pasarán varios años bisiestos. Ya no hablamos de las ZBE, pero sí del suelo industrial, de la Sniace, o del aparcamiento de El Zapatón, La Lechera o hasta de las VPO. Hace ya unos años, como nuestras viviendas sociales habían sido apadrinadas y sostenidas por el 'Sindicato Vertical', cundió el pánico entre los vecinos al ver a un concejal en lo alto de una escalera con formón y martillo entre manos. ¿Derrumbarían todas? Pronto quedó aclarado el error: el objetivo era quitar aquellas antiguas placas con flechas, y acaso sustituirlas por otras más actuales y socializadas con una rosa. Arrancaron varias: todo un éxito. Ha vuelto a la actualidad nuestro parque Manuel Barquín. Me alegro; hace casi dos años le dediqué una columna. Entonces se hablaba de una renovación y recuperación integral, reflejada en una cifra de casi unos cinco millones, que procederían de los Fondos Europeos. Voces de alarma no faltaron: concejales con motosierras posarían ante las cámaras abriendo los primeros senderos luminosos del neo-parque. No, no era eso. Las cosas cambian, y las ideas ya saben: de aquellos millones, después de pensarlo, hemos pasado al presupuesto de 81.846 euros para acometer el saneamiento del arbolado. Su estudio previo, y el conocimiento de la biodiversidad de la zona ajardinada, determinará el criterio de los expertos al tomar decisiones por parte de la empresa. No solo lo del Palacio irá despacio. Del museo de arte hablaremos otro día: ahora entiendo la demora temida por el alcalde Manuel Teira al inaugurarlo en la Caja de Ahorros en 1983.

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