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En cierta ocasión apunté que ahora ya ni olemos a sulfuros, ni a cloro; hasta casi nada a ganado vacuno, sólo los miércoles y en la periferia. Hace unos años, comprometidos con el protocolo de la ONU, nos habíamos autocalificado como 'ciudad desnuclearizada'. Al entrar ... en la ciudad el logotipo correspondiente anunciaba al visitante este compromiso. No llegamos a tener ni armas nucleares ni una central nuclear. Ni siquiera se pensó en construir un refugio antiatómico. Rehabilitar aquel que estuvo en los bajos de la Plaza Mayor durante la Guerra Civil, para una guerra atómica, ni de broma. Lo cierto es que cumplimos el acuerdo: seguimos desnuclearizados. Por si no fueran pocos los problemas que tenemos con los proyectos de soterrar las vías, La Lechera, El Patatal, La Hilera, Las Excavadas…, esto de la Zona de Bajas Emisiones nos ha liado. Después de la promesa de tantos millones de euros en camino, puede cundir el temor a los aplazamientos 'sine die'.
Menos mal que ahora contamos con la atenta vigilancia del expresidente Revilla. ¿Por qué esa urgencia? Hoy no podemos quejarnos. Con los datos recogidos por las tres estaciones que operan en el municipio, los informes que se publican en la página IQAir califican de buena la calidad del aire que respiramos. ¿A qué viene esa planificación 'a ojo' de unas calles, la mayoría peatonales? Circularán —cada vez menos— los coches de los vecinos y acaso el de algún visitante despistado tratando de encontrar la salida de la ciudad, pero candidato a ser multado. ¿Será el turismo nuestro futuro? Preparémonos. El Faro de Cabo Ajo quizás hoy es el monumento más visitado de Cantabria. Un día, bromeando, comenté que el Palacio Municipal podría pintarlo Okuda. ¿Se lo imaginan? ¿Sería acertado o desconcertante? No sé qué decir. Aunque desde la torre del reloj no veamos el mar, seguro que tendríamos más visitantes que el Centro Botín.
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