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Entre lo de la calle Julián Ceballos y la Tarjeta Ciudadana, comenzaba esta columna sin saber por dónde tirar. Recuerdo a un sabio maestro que nos decía: «Entre no hacer nada o hacer una mamarrachada, es mejor lo primero». Aprender siempre y rectificar es de ... sabios, pero deshacer lo mal hecho es otra historia. La calle Julián Ceballos era —y lo sigue siendo— una de las travesías mejor trazada y urbanizada de la ciudad. Aunque perdiéramos los Fondos Europeos, ¿precisaba tanta urgencia desmantelar y quebrantar la armonía de esa calle? Esta simpleza de gastar por gastar no me convence, y la tarjeta tampoco. ¿Incentivaremos con ella el empadronamiento de más ciudadanos, proporcionándoles facilidades en el Torrebús, bicicletas, rocódromo, piscinas y otras bicocas en el futuro? El objetivo es ese, pero dudo de su eficacia. Hace unos días, revisando papeles, en la 'Memoria' sanitaria de 1986 registrábamos 58.539 habitantes y 423 nacimientos (204 niños y 219 niñas). Con la nueva Residencia algunos partos eran inscritos en la capital, pero nos alejábamos de los 1.439 niños nacidos en 1970.

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