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Lo siento. Una ciudad como la nuestra, rayando los 50.000 habitantes hacia abajo, con un progresivo declive industrial y que desde hace veinte años está calificada como ciudad en decrecimiento, va a experimentar una prueba más al ajustar sobre unos 200.000 metros cuadrados ... la Zona de Bajas Emisiones (ZBE), pero con un alto coste para el municipio y sus ciudadanos. Para ilustrarnos ha venido desde Cataluña el Sr. Soler, ingeniero y director de Proyectos de Doymo. Tranquilos, esa zona corresponde a las calles más céntricas, delimitadas por Julián Ceballos, José María Pereda, Julián Urbina y La Llama. Sin sonrojo alguno, Soler ha dicho que «no va a pasar nada». Desde luego, a él claro que no. Solo son esas calles en las que todavía resisten unas pocas tiendas y establecimientos. ¿Acaso nos espera un centro histórico museístico con trampantojos y nuestros viejos coches inmovilizados? Eso sí: disminuirán los accidentes de tráfico y serán menos los comerciantes e industriales atropellados; hasta vendrán los vecinos de La Montaña, Tanos y Viérnoles a respirar aire puro. ¡Curiosa manera de promover el traslado a los barrios periféricos y en los núcleos rurales vecinos! Antes de que emigren los migrantes empadronados, recomiendo dos trabajos de investigación del torrelaveguense Fernando Gutiérrez Solares, ambos publicados por la UC:'Ciudades industriales en declive: Torrelavega como estudio de caso' (2020), y 'Estrategias de intervención para la reversión industrial de Torrelavega' (2021). Si no los han leído, léanlos, merece la pena. Aunque costará, con ideas y voluntad superaremos la crisis de la ZBE. Precisamente ahora, cuando la calidad del aire, salvo en situaciones puntuales, mantiene los mejores datos desde 1998. Es un proyecto desafortunado.

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