Igualdad

Bueno, bueno…, cuando lo leí en El Diario Montañés pensé que se trataba de una broma. El tatuaje es una actividad artística muy lícita y para algunas personas quizás sea una expresión poética de su intimidad. Con su rima y su leyenda: «Mira mi brazo ... tatuado…». Romántica nostalgia de Concha Piquer, Rafael de León y tantos otros. Lo sorprendente es que, en tierras del Besaya, la Concejalía de Igualdad de nuestro Ayuntamiento promocione el tatuaje feminista de los ciudadanos que lo deseen. Hay que cumplir unos requisitos muy sencillos, pero en el caso de una gran demanda está previsto un sistema de cita previa. Que bien. Lo que no deja de sorprenderme es que junto a los serenos anhelos de igualdad universal de los derechos humanos, un mal entendido feminismo igualitario pretende con un tatuaje alcanzar la igualdad femenina dermatológica. Mira que fácil lo ponen: «Si eres una persona que lleva la igualdad en la piel, anímate y hazte gratis un tatuaje feminista». Otro lío como con las vacunas: ¿Y los que no queremos o no podamos tatuarnos? Ya empezamos con discriminaciones y después vendrán los listillos con sus fraudes. La biología no engaña. Aparte de las cromosopatías, en el núcleo de todas nuestras células tenemos 46 cromosomas. Dos de ellos, ya desde la vida embrionaria, definen nuestro tatuaje sexual: XX para las mujeres y XY para los varones. Los humanos, para lo bueno y para lo malo, hoy somos dos sexos. ¿Y dentro de cien mil años? A ver quién está para contarlo. Los investigadores prospectivistas nos comentan que el cromosoma Y, el que define el sexo varonil, está menguando y tiende a desaparecer. En la naturaleza hay plantas y animales que no precisan fecundación y algunos, como el percebe, hasta pueden autofecundarse. ¿Llegarán las mujeres a concebir sin el concurso del varón? Hasta será posible, pero menos divertido, por supuesto. Cuidémonos. No seamos percebes.