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Me refiero a mis 200 soportales. Después de seis años no vienen mal unas vacaciones y así también descansarán mis lectores, en realidad mis amigos. Alguno me dirá que he dejado esto y lo otro sin comentar, por supuesto, y a gusto de todos es ... imposible. Para estar al día, nada mejor que escudriñar otros puntos de vista. Nada escribí sobre el fenómeno Trump. Los profesionales de la prensa lo han hecho muy bien. Y si en Estados Unidos cualquiera puede llegar a ser presidente, sucede lo mismo en otros países, como el nuestro, cuando predominan los estómagos agradecidos sobre las cabezas pensantes. Sobran las palabras. Para mí lo sorprendente ha sido ver y oír la tempestuosa y ardiente plática con que la obispo presbiteriana Marianne Budde deleitó al presidente en su estreno. ¿Se imaginan por estos parajes un funeral oficial en el que una hipotética obispo católica, quizás con nombre de borrasca —Jana o Dorothea— amonestara con dureza a Sánchez o al mismo Rey?: «¡Dejad en paz a los muertos! ¡Qué los muertos entierren a sus muertos!». Como dardos envenenados resonarían los versículos de San Lucas… ¿Acaso no es más sereno y beatífico nuestro episcopado? Muy claro y rotundo: no será el papa Francisco el que dé el paso para la ordenación sacerdotal de la mujer en la iglesia católica. ¿Y por aquí que contamos? En alguna de mis últimas columnas quedaron en el aire un par de cosas. Excelente idea esa consulta popular sobre la futura restauración del Palacio. Quizá bastaría releer la escritura de compra firmada hace cien años entre la familia de Luciano Herrero y el alcalde Bonifacio del Castillo. La cuestión de más o menos despachos y oficinas es un tema técnico y administrativo, lo importante es no añadir innecesarios matices culturales o populísticos. La palabra Ayuntamiento es definitoria, un término bien asumido por los ciudadanos. ¿Y el museo del Dr. Teira? En 1983 presentó su proyecto: aquella colección de arte local estaba valorada en 50 millones de pesetas. ¿Por dónde andará hoy, dispersa después de cuarenta años? Haber valorado la riqueza patrimonial hoy nos permite disfrutar de la Biblioteca Gabino Teira y el Teatro Concha Espina: fueron palacio y fincas del condado Torreanaz. El urbanismo y el olvido han ido abatiendo lentamente parte del patrimonio. Para las generaciones actuales la normalidad es ver nuestras calles con locales cerrados. Muy lejano queda el pujante pasado industrial. Desde el siglo XVII en la calle Mártires continúa en pie la casa más antigua de Torrelavega: La Casona de los Escudos. Ignoro si terminará derruida o apuntalada como otras. ¿No podría ser un excelente albergue para el museo del alcalde Teira? Es bueno dejar interrogantes abiertos. Al final, siempre retorna la primavera.
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