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on hora y media más, me pareció buena idea volver al Soportal el día de San Blas. Ya no está uno para subir a La ... Montaña, y mucho menos en albarcas, que es como se debe ir. Aunque asistí a la celebración un par de veces, debo confesar que lo hice en coche. Lo suficiente para guardar un buen recuerdo de la festividad en este barrio periférico del municipio, que «también es Torrelavega», como días pasados, con toda razón, decían en El Diario las vecinas Carmen Martínez y Cristina Pérez; pero es tan periférico que, sin estar olvidado de la mano divina, parece casi ignorado por la Administración. Hace años pasar por La Montaña era ruta obligada para ir hacia el Este y viajar a las provincias vecinas. La carretera era la que había con sus curvas interminables, pero mejor o peor se cuidaba. Hoy, ya ni se parchea, y hasta los camiones temen esa ruta para llevar las mercancías. ¿Servirá el San Blas de este año para que los políticos de turno cooperen con el santo y realicen algún milagro? Lo malo de las especialidades es que a veces, entre unos y otros, el bulto termina escurriéndose. Algo parecido puede suceder con los santos patronos: Santo Domingo de la Calzada lo es de las vías públicas y de los ingenieros que las diseñan, y San Cristóbal de los conductores. En el siglo IV, San Blas, siendo obispo en Sebaste, localidad turca del Imperio romano, fue martirizado en la última persecución a los cristianos. La tradición cuenta que libró de la muerte a un niño con una espina clavada en la faringe. Milagro o no, la devoción popular lo acreditó como especialista en los males de la garganta. ¿Por qué no puede ser el patrono de los políticos? Buen milagro sería que algunos aclararan sus voces, no solo para cantar, sino para contarnos verdades.

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