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Desde hace más de veinte años, raro es el día que no leemos algo sobre nuestro apuntalado y maltrecho Palacio municipal. Como punto de partida, por encima de controversias y debates estériles, mantengamos un criterio positivo: esta noble edificación constituye una valiosa joya de nuestro ... patrimonio. Construida entre 1890 y 1906 por el arquitecto Joaquín Rucoba, para ser residencia de la familia de don Luciano Demetrio Herrero, gracias a las hábiles negociaciones iniciadas en las primeras décadas del siglo XX, entre la Corporación y la amigable disposición de la familia Herrero, su adquisición fue una realidad. Su futuro quedó definido como Casa Consistorial, y así nos ha llegado. Tanto Pablo del Río como Izaguirre, entre otros historiadores, describen la marcha de este proceso con todo detalle. Lo que no es de extrañar que con esta larga vida centenaria acusara en sus estructuras las huellas del tiempo. Las hemerotecas resisten más: el 6 de agosto de 1925, en ese hermoso marco del palacio del Bulevar, recién adquirido, fueron agasajados con todos los honores SS.MM. don Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia.
La crónica cuenta que pudieron admirar tanto la magnífica sillería de la fachada como el rico interior «con mármoles de Carrara, artesonados, pinturas, salones…». Lástima no poder conmemorar esta ilustre visita en el emblemático Palacio restaurado con toda su nobleza. También como patrimonio conservemos el antiguo edificio de la plaza Baldomero Iglesias. Demos ejemplo. ¿Demora o desinterés? Ni es momento de culpabilizarnos, ni de buscar experiencias novedosas adornadas con tintes culturales. Nuestra Casona recobrada debe seguir siendo el noble pórtico representativo de los ciudadanos. Quizá haya que sacrificar otros proyectos: no podemos perder esta parte valiosa del patrimonio que nos han legado con su entrega y esfuerzo quienes nos han precedido.
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