Sin voladura

Decisión afortunada. Reconozco mi recelo –hace dos semanas– al comentar la proyectada voladura controlada de la caldera de Sniace. El lenguaje popular asume, sin caer en fatalismos, eso de que las explosiones, a pesar de todas las medidas de seguridad y las precauciones oportunas, también ... de vez en cuando, puede cargarlas el diablo. Aunque todas las previsiones apuntaban a un auténtico y sorprendente espectáculo, tal como discurrían algunos corrillos, es verdad que no todos eran muy favorables. Desde luego, afición no falta para contemplar estos eventos extraordinarios. Basta recordar las grandes colas y el movimiento de masas que se formaron en Navidades, tanto para ver el Belén de Parbayón, como para acercarse a Cartes y admirar, aunque fuese de lejos, su resplandeciente Árbol de Navidad, el más alto del mundo, y hasta si fuera posible meterse dentro. Esto no sería lo mismo, pero por su breve duración el suspense aún sería mayor: ¿anunciarían con tiempo el día y la hora? Frente a esta incertidumbre no me costó demasiado imaginar la inquietud y zozobra que estarían viviendo los vecinos del entorno industrial y de modo especial los de Duález y Riaño. Precisamente ahora, ya que con las obras tienen cortados los accesos por el Puente de los Italianos. «¿Y si ocurre que…?». Interrogantes como éste serían profusos, pero no estamos en tiempos de profetas. Por si no fuera bastante todo lo que ignoramos del mundo natural, continúan en plena actualidad los debates respecto a la sobrenaturalidad o no de apariciones, delirios y alucinaciones, y prosiguen las peroratas sobre un mundo sobrenatural muchísimo más incomprensible. Es otra historia. ¿Qué motivaciones impulsaron a los técnicos de Veaco Works para cambiar de opinión? Fuera una alucinación o un simple sueño, los medios mecánicos, excavadoras, grúas y palas, remplazarán a la alarmante media tonelada de dinamita. Los vecinos de la Sniace podrán descansar tranquilos y disfrutar de sueños placenteros.