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El pasado mayo, coincidiendo con la recta final de las elecciones, la Editorial de la Universidad de Cantabria puso en circulación el 'Informe GEM España 2022/23', elaborado por el Observatorio de Emprendimiento de la Red GEM España, cuya presidenta es la profesora de la ... UC Ana Fernández Laviada (autora del texto junto con Nuria Calvo, Ariadna Monje y Yago Atrio). Aunque siempre resulta interesante la perspectiva nacional e internacional, hoy querría comentar brevemente el aspecto regional de los datos.
Uno ha de subrayarse sobre todos: el 'emprendimiento potencial' cántabro (el porcentaje de población de 18-64 años que está pensando en montar un negocio en los próximos tres años) es el colista absoluto de España. Somos la autonomía donde menos proporción de personas quieren ser empresarias. Esto puede ser, sin duda, combinación de factores diversos: conservadurismo mental, falta de políticas de fomento de la cultura y la infraestructura para emprender, pequeña dimensión del mercado, atractivo irresistible de la funcionarización («el garbanzo del Estado, duro pero seguro», y además ahora muchas veces es más blandito que el del mercado).
Cantabria pertenece a las regiones donde más del 58% de los adultos declara miedo al fracaso; menos de un 39% reconoce modelos empresariales de referencia; menos de un 43% percibe buenas opciones para emprender; menos de un 43% recibe noticias frecuentes sobre éxito de emprendedores; menos de un 28% ve facilidades para emprender (aquí, en el fondo del pozo con castellanos y extremeños); y menos de un 22% percibe oportunidades para emprender. En resumen: hay temor, faltan ejemplos y el contexto para lanzarse a crear un negocio no se advierte nada propicio. Chocante, porque, si Cantabria destaca en algo, es en conocimientos para emprender, donde, en el grupo superior al 47%, se sitúa por encima de la media nacional. No es fallo estrictamente educativo.
Por tanto, después de 41 años de autonomía de Cantabria, podría darse la paradoja de que ahora existe menos espíritu emprendedor que nunca. Aunque en el Centro Internacional Santander Emprendimiento (CISE), que hace una década impulsaron la UC y el Banco Santander bajo dirección del exrector Federico Gutiérrez-Solana, nos dirán, con buen argumento, que distingamos entre «emprender por necesidad» y «emprender por oportunidad», ello traslada nuestra interrogación al asunto de si los cántabros no tenemos ni oportunidades ni necesidades, y de ahí nuestra ínfima potencialidad detectada en este estudio. Porque, evidentemente, hay una capacidad cognitiva que no se está transformando en iniciativa económica, ni creación de riqueza, ni de empleo. Incluso, por el lado consecuencial, podemos pensar que se está transformando en emigración del talento para prosperar en otros lares. Este, junto con el bajo porcentaje de I+D sobre el PIB y nuestras pobres posiciones en los rankings de innovación, es uno de los grandes fracasos estructurales de nuestra política regional en este siglo. Para solucionarlo, primeramente hay que confesar que esto es así, y fijar una estrategia que lo pueda cambiar a mejor. Desde el punto de vista de comunidad, antes del emprendimiento tiene que venir el 'aprendimiento', es decir, no repetir los mecanismos de interacción que nos han situado a la cola de España.
La I+D podrá abordarse ahora, porque en cumplimiento de la ley regional de la Ciencia (y contando con la Ley nacional de Ciencia aprobada meses antes), se debe confeccionar un plan plurianual para impulsar la investigación y la transferencia de su conocimiento al ámbito productivo y empresarial. En cambio, el emprendimiento es algo menos tematizado en la política. Implica dimensiones burocráticas, disponibilidades de capital-riesgo, incentivos fiscales para los autónomos y el empleo que generen, ayudas para digitalización, o un buen sistema de acompañamiento del estudiante emprendedor hasta su conversión en pequeño empresario, sobre todo en los primeros tres o cuatro años.
Cantabria no es plenamente consciente de este problemón de viabilidad, por una serie de razones no difíciles de reunir. Una: la alta formación de su gente permite hallar oportunidades fuera de Cantabria o aun de España. Otra: la mejor financiación autonómica de España, y la financiación nacional y regional que sigue sosteniendo una estructura de 102 municipios que no se correlaciona con la demografía actual, sino con la del siglo XIX, hacen que afluya dinero a nóminas funcionariales y servicios desde el resto de España. A esto se añade el peso creciente de los jubilados, que reciben esa misma 'inyección de españolina' desde la Seguridad Social.
Flaco favor haremos a nuestra juventud si permitimos que esta inercia estructural, que suprime a la vez oportunidad y necesidad, vaya todavía a más. 'Aprendimiento', entonces.
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