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Amedida que se acerca la pegada de carteles, el gato Boris se va metiendo un su papel de comentarista (aunque, sin el premio en sardinas, ni se molestaría en leer los titulares).
–Así que Podemos, ¿eh? – preguntó tras echar un vistazo a la pantalla ... donde brillaba una página de internet con una reciente encuesta.
–Ya te dije, gato, que iba a estar todo muy justito. La coalición gobernante se ha desgastado mucho y solo puede llegar a 18, se presume en los círculos sociológicos, si mete a Podemos en la suma.
Boris se quedó pensativo (¿o se estaba durmiendo de nuevo?).
–Oye, Nin, entonces pueden venir unos recados fuertes en impuestos, vivienda y demás.
–Claro –le respondo–, no le van a dar la presidencia regalada al regionalismo. Querrán estar y que se note, entre otras cosas porque en diciembre hay elecciones generales.
–No sé, no sé… Mucho me parece a mí que entre Podemos en el Parlamento de Cantabria otra vez.
–Mira, Boris, Izquierda Unida solía tener sobre el 3%, y si a eso le agregas nuevas generaciones de votantes que creen en los Reyes Magos del BOE, se puede sobrepasar el listón del 5% y eso ya, automáticamente, son dos escaños.
–Pero no me imagino que por hacer una coalición se tengan que implantar políticas que solo respalda una minoría bastante minoritaria de la población. Me parece una maniobra «fuldemocrática».
–Ah, pero si lo pactan es legal. Las reclamaciones, para el 31 de febrero.
–Ya, ya… Vete tú a encontrar eso en el calendario.
Tras pasarse varias veces la pata por la cara, como forzando una conclusión, Boris resumió.
–Voy a tener que leer 'Frankenstein', que no me falte documentación. Por Garfield, cuánto trabajo me das con esto del periódico.
–Pensé que tú jurabas por el Gran Micifú, como toda la vida.
–Pero es que tengo muchas vidas, chato.
–Más que algunos políticos, lo dudo –le advertí.
–Bueno, con estas encuestas encima de la mesa, hasta el gato se barrunta lo que puede pasar aquí. Ya sabes eso de «durar menos que gato en pescadería».
–Veo que empiezas a disfrutar, Boris. Pero no te emociones. Cuando el resultado se aprieta, la derrota es más épica y el derrotado, más meritorio.
–Pero cuando cae Aquiles, la tragedia es máxima, aunque sea por los talones.
–Mira, Boris, el talón de Aquiles era en realidad uno que devolvió el Banco de Grecia por falta de fondos, y para disimular el escándalo encargaron unos versos a un tal Homero, que cobraba por líneas.
–Entonces –protestó–, todo aquello de que, tras atravesar mortalmente con su lanza a Pentesilea, la reina de las amazonas, quedó Aquiles enamorado de su belleza, ¿era camelo?
–Probablemente. Pero quizá valga como metáfora de quienes se enamoran de la circunscripción cuando ya anda malherida por ellos mismos.
–Me gusta más lo de Frankenstein. ¡Eso lo entendemos hasta los gatos! –remató.
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