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El «arrejaciar» montañés era «desear con avaricia», de donde el «arrejaciado» viene a ser un «ansioso». Una razón para recuperar esta familia verbal es que los ansiolíticos se hallan entre los medicamentos más consumidos en nuestra sociedad, junto con los antidepresivos. Se calcula que unos ... 5 millones de españoles toman ansiolíticos a diario, lo que apunta en Cantabria a unos 50.000. Prácticamente uno de cada diez montañeses anda, pues, arrejaciado lo bastante como para que su médico le recomiende un poco de serenidad química. Pero estas palabras están hoy dormidas por el ansia de modernidad idiomática de las tres últimas generaciones de cántabros. «Arrejaciar» guarda parentesco de sonido y sentido con acciones montañesistas propias de arrejaciados: fijar mucho los ojos en alguien o algo («arreguilar»); hacer algo con brusquedad y sin parar en las consecuencias («hacer una cosa arremacejo»); ponerse a arañar algo («arrescuñar»); o incluso, en ansiedad máxima, enseñar los dientes como un perro, esto es, «arremellar». El deseo es algo natural; la avaricia quizá también, no siendo más que un deseo de riquezas falto de control (decía Spinoza en su 'Ética' que es 'immoderata divitiarum Cupiditas, et Amor').
Si estamos arrejaciados, quizá sea por avaricia no solo en nuestras metas materiales, sino además en nuestro planteamiento vital, la Sociedad de Todo a un Clic. Aparte, claro, de desdichas sobrevenidas que lo aceleran a uno hacia una avaricia de buenas noticias, como si fuera el arrejaciar de Doña Angustias, perfectamente legítimo e irreprochable.La elevada ingesta de ansiolíticos y antidepresivos (90 dosis por 1.000 habitantes y día, según el Ministerio de Sanidad) explica por qué una sociedad con tanto arrejaciado no desemboca en revolución del descontento. Por lo demás, desear con avaricia es el motor de nuestra civilización: el inversor quiere más beneficios, el empleado más salario, el estado más recursos y grandeza, el artista más clientes y hasta el torero más orejas. La discusión sobre dónde ponemos el umbral en que el 'arrejaciar' se torna patológico es una de las grandes cuestiones de filosofía social y política. Para 5 millones de españoles empastillados, incluso más que filosofía.
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