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El 56% del tiempo de la autonomía de Cantabria se ha desarrollado con un color gobernante diferente al que regía en España, generando un plus de fricción entre administraciones
Cantabria tiene algunas experiencias previas de solapamiento cuasi exacto de mandatos autonómico y nacional, así como ... de cohabitación entre signos distintos en ambos niveles. Ya en el mismo año de nacimiento de la autonomía, 1982, con gobierno de José Antonio Rodríguez no bien avenido con el central de UCD, se celebraron en otoño elecciones generales de las que surgió el primer Gobierno socialista de Felipe González. Al año siguiente, la coalición AP-PDP-UL, con Rodríguez, ganó las regionales. Se inició así una cohabitación de colores diferentes hasta 1986, fecha de nuevas elecciones a Cortes, también ganadas por el PSOE. Los comicios autonómicos de 1987 dieron paso al Gobierno de AP de Juan Hormaechea, hasta la moción de censura de 1990. Por tanto, hubo de nuevo tres años cohabitantes. Esto se mantuvo luego de 1991 hasta 1995, cuando se formó el gobierno de coalición PP-PRC con José Joaquín Martínez Sieso, y después hasta 1996, con el triunfo nacional de Aznar.
Desde ese momento, y hasta que Miguel Ángel Revilla alcanza en 2003 una presidencia en coalición con los socialistas, hubo coincidencia esencial. Pero la pérdida de sintonía solo duró un año, porque en 2004 Zapatero llega a La Moncloa y se restablece el cromatismo. Este periodo acaba en 2011 debido a la doble victoria del PP con Ignacio Diego y Mariano Rajoy. La nueva coincidencia perdura hasta 2015. El retorno de Revilla abre otra cohabitación durante tres años, hasta la moción de censura de Pedro Sánchez en 2018. Desde entonces, alineación de color, hasta 2023 y la presidencia de María José Sáenz de Buruaga.
En total, 23 años de coincidencia (7 de Aznar, 4 de Rajoy, 7 de Zapatero y 5 de Sánchez) y 18 de divergencia (1 y medio de Calvo-Sotelo, 12 de González, 1 de Aznar, medio de Zapatero y 3 de Rajoy). Casi la mitad de nuestra historia ha sufrido un plus de fricción. Habría que estudiar su efecto, aunque la hipótesis de partida más plausible es que no beneficia.
El resultado del 23J debe ahora transformarse en alguna fórmula de gobernabilidad. Solo entonces sabremos si se prolonga la falta de sincronización entre poder regional y poder nacional.
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