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La peineta, «gesto de significado obsceno y ofensivo que se hace levantando el brazo con el dedo corazón extendido y la palma de la mano hacia dentro» (RAE, tercera acepción), ha sido declarada por un juez de Montreal como un derecho dado por Dios (God- ... given right) a, y consagrado en la Constitución para, todo canadiense con sangre en las venas. «Puede no ser cívico, puede no ser educado, puede no ser caballeroso», ha argüido el magistrado Galiatsatos, pero está amparado por la libertad de expresión y no debe perseguirse criminalmente.
Como es natural, el espaldarazo jurídico-constitucional a la peineta en un país ejemplo de democracia liberal no solo autoriza el empleo a discreción de este impunible ademán, sino que instaura al mismo tiempo el riesgo de la 'peinetitis', esto es, que por ser legal empiece a proliferar la peineta para todo. Ello sería gravísimo, porque ya se ha trivializado bastante lo de 'fascista', palabro irreconocible que tiene hoy más significados que esposas el rey de Tailandia, como para ahora desvirtuar una mímica tan vertical. Acabarase llegando a situación en que alguien conjure una irritada peineta y el destinatario se lo tome como un «buenas tardes tenga usted». Hacemos, pues, un llamamiento a la austeridad en materia de mala educación. Alguien que blasfema a todas horas ya no es un blasfemo, sino que ha creado un dialecto y no necesita un confesor, sino un filólogo.
El gato Boris ya está listando una selección de cosas de Cantabria que merecen su peineta. Como por razones anatómicas no puede hacerla él mismo, deberé servir yo de encomendero sin indios. Eso me inquieta.
–Te está saliendo larga como el contrato de Groucho Marx –le he advertido.
–No puedo quitar nada, te lo juro por la Gran Sardina –respondió, mientras repasaba con la uña.
–Podrías rebajar la pena a algunas –sugerí.
–¡Pero si eso de rebajar penas lo tengo en la primera línea! –protestó.
Es de temer que en las próximas elecciones, sabiendo que es derecho humano de origen divino, haya casi tanta peineta como voto, e incluso como no voto. ¡Moderación, gente lectora y electora, mo-de-ra-ción!
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