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Tras la excitación de las encuestas del CIS y GAD-3, mi gato Boris entró en un estado de melancolía y no paraba de exclamar:
–¡Me aburro!
Así que le propuse un juego, para entretenerlo más que con un ovillo de lana. Yo buscaría en el portal de la Real Academia unas frases hechas sobre gatos, y él trataría de aplicárselas a la campaña electoral en Cantabria. No puedo decir que lo recibiera con entusiasmo inicial, pero, como la curiosidad mató al gato, tampoco supo resistirse.
–A ver, Boris. Primera expresión: ser «cuatro gatos».
–Los que van a votar a quienes yo me sé.
–Muy obvia. Segunda: «tener siete gatos en la barriga», que significa persona aviesa o confusa.
–Alguna hay, sí, y de postín.
–Y esta: «estar preñando la gata», que equivale a «estar perdiendo el tiempo y aparentando que se trabaja».
–Todos lo tenemos en mente, no hace falta nombrar, Nin –replicó.
–Te estás zafando con alusiones vagas, Boris, este comentario va a quedar un churro. Ahora la cuarta expresión: «no estar para echar el gato al Ebro», que significa haberse empobrecido.
–Muchos piensan que es la evolución de Cantabria, en comparación con lo que podría haber sido. Tendrás que preguntar a un economista sin inclinaciones políticas, ¡coge una linterna! –sonrió como solo los gatos de ficción pueden hacer.
–Quinta frase, tigre: «comprar gatos entre sacos», que indica en Puerto Rico adquirir algo sin ver bien la mercancía.
–¡Es la definición misma del día de las elecciones!
–Boris, esto va rápido. La expresión «buscar el gato en el garbanzal» apunta a tarea difícil o imposible.
–En la que andamos tú y yo y Tezanos, tratando de pronosticar un resultado que será muy apretado.
–Esta es más común: «hasta el gato», algo que sabe todo el mundo.
–Que aquí procede un cambio de marcha al vehículo, porque llevamos con la primera metida desde hace tanto, que nos vamos a cargar el motor.
–Mira, gato, esta es bien llamativa: «echarle a alguien el gato a las barbas». El Diccionario de Autoridades de 1726 explica (respetemos su entrañable literalidad): «Es poner à uno en ocasión de verse en trabájo y peligro, cargándole y obligándole à la defensa de cosa mui árdua y dificultosa, ù decirle algun pesar ò palabra injuriosa, que le mortifique y ocasione sentimiento».
–Pues yo diría que las encuestas le han echado el gato a las barbas a nuestro gobernador principal, porque lo veo mortificado –respondió Boris.
–Ahora una muy fina, de 1734: «haber gran prisa a echar gatos», que significa «phrase que reprehende al que da excusas frívolas de la tardanza en los recados a que le envían».
–Nin, creo que dejarán de llamarlos diccionarios para llamarlos 'prediccionarios' –comentó.
–¿Cómo es eso?
–Porque lo han clavado los filólogos, más que los sociólogos –y vanamente satisfecho con su redonda frase se marchó al jardín. Al menos se había desaburrido.
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