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El pasado día 3 se han cumplido diez años de mi primer artículo en El Diario Montañés. José Miguel Santamaría, entonces director (hoy lo es de 'El Correo' en Bilbao), y Jesús Serrera me habían invitado a enviar una opinión semanal. Elegí los lunes. Hay ... menos noticias, aparte de las deportivas; la probabilidad de que se lea un texto individual aumenta. Para la foto en las antiguas oficinas de La Albericia me puse las gafas, no por vanidad, sino por discreción. Algún amigo me ha dicho que no parezco yo. Quizá el 'yo' que escribe no sea el mismo que yo. Habría que averiguarlo unamunianamente.
En esta década, he podido expresarme con total libertad de temas y enfoques. La única norma de contenido es que debe relacionarse con Cantabria. Desde 2016, el nuevo director, Íñigo Noriega, cordialmente me animó a ampliar mi presencia, con artículos más largos los sábados, al estilo de algunos de 'The Guardian'. Había él intuido inmediatamente que, a menudo, la talla de los lunes me quedaba como si pretendiera ponerme otra vez el traje de mi primera comunión. Lunes o sábado, he gozado de completa libertad. Jamás he recibido una sugerencia sobre qué escribir, ni una observación sobre qué evitar. Si recibieron quejas, me las han ahorrado todas. Las únicas correcciones han venido de los colegas que estaban editando el texto y tenían dudas sobre una palabra o un dato. Ello ha servido para enmendar errores materiales y aun garrafales.
La serie de los lunes, la que estrictamente cumple diez años, fue titulada 'Cantabria Positiva'. Entonces en lo más profundo de una recesión económica, se trataba de comunicar aspectos esperanzadores. Sobre todo, había que hacer seguimiento de cifras y traer a colación referencias históricas. Y, como llevaba dieciocho años sin firmar nada en la prensa escrita, constituía también un reto personal de estilo. Me vino bien para las investigaciones de tipo académico, que son escrituras que se niegan a salir del armario como escrituras.
Los sábados pretenden tocar los temas con más profundidad. No recuerdo ahora quién dijo que la diferencia entre el cuento y la novela es que, en el primero, el autor se gana al lector por k.o. y en la segunda, por puntos. Así los lunes son más bien sumarios de argumentación. En cambio, los sábados permiten más desarrollo. Los lectores también disponen generalmente de más tiempo. El Diario lo hizo más ameno al incluir ilustraciones de Ibarrola y en ocasiones situarlo en lugar privilegiado, junto al genial Ansola.
Me consta que al principio algunas personas hallaron este artículo largo demasiado largo, y con frecuencia, sí, abstruso (adjetivo que ya en sí mismo suena a bardal), aunque el párrafo final siempre cierra el círculo abierto por el primero, por muy accidentado que haya sido el viaje de uno a otro. Globalmente los lectores han sido pacientes y generosos. Acabar un artículo largo produce una satisfacción singular, en un mundo de tuits y wasaps. A mí me gusta como lector y confío en que sea una manía compartida. Por otra parte, un artículo extenso no puede sostenerse en meras soflamas, sino que requiere documentación. Esa labor lleva tiempo, pero también me hizo descubrir informaciones que, sin tal estímulo, hubieran permanecido en el continente de mi ignorancia, del que podemos decir lo que las tribus germánicas del tiempo de Augusto decían del bosque de Teotoburgo: que no se sabía a ciencia cierta si terminaba en alguna parte.
No sabría destacar entre estos centenares de textos algunos que hayan resistido mejor el paso de los años. Toda escritura es hija de su tiempo, pero no toda es madre del siguiente. Disfruté especialmente la serie 'El enigma Cantabria', en el cuadragésimo aniversario de nuestra autonomía. Por primera vez me hice una idea clara sobre los orígenes contemporáneos de nuestra entidad regional. Entre los primeros artículos, me divertí mucho escribiendo 'La carta persa', parodia de Montesquieu. Finalmente, los artículos en El Diario han permitido resucitar al gato Boris, que destruye la idea de la opinión como monólogo de autor (Boris me lleva la contraria casi siempre) y evoca el hecho de que toda producción periodística forma parte de una compleja conversación social, un 'multiálogo'.
Permítanme, pues, que agradezca hoy a los profesionales de El Diario la confianza y libertad otorgadas, y a ustedes las horas de vida invertidas amablemente en estas lecturas sobre la realidad de Cantabria. Boris se lo agradece mucho también, pues las criaturas de ficción solo viven en los lectores. Para él, es literalmente de vida o muerte.
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