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Pablo Iglesias Turrión es un personaje fascinante. Aupado a la representación política por, entre otras cosas, la reclamación de mejor acceso a la vivienda para todos, se compró un chalet de lujo en Galapagar para sí. Homónimo del fundador del PSOE, intentó darle el 'sorpasso' ... al PSOE en las elecciones de 2019 como si fuera «el Pablo Iglesias del siglo XXI». No le llegó la gasolina, pero entró como socio júnior de coalición con Pedro Sánchez, y nada menos que como vicepresidente del Gobierno. Un hito histórico y la primera vez en cuarenta años de democracia que la izquierda comunista entraba en el Consejo de Ministros.
Sin embargo, una vez alcanzada la cumbre de las moquetas, se apeó del caballo para luchar en las autonómicas madrileñas contra Isabel Díaz Ayuso. Un misterio mayor que el de Fátima: ¿Cómo podía salvarnos a los españoles mejor desde la Asamblea de Madrid que desde el Consejo de Ministros? Su huida de la antes ambicionada responsabilidad nacional creó además un vacío, que él mismo llenó por un procedimiento democratiquísimo y desde la base: el dedo índice. Desde la base carpiana, quiero decir. Así nombró sucesora a Yolanda Díaz que, como ella acaba de confesar a Évole, se enteró por los periódicos.
De nuevo, el águila de Galapagar necesitaba a Afflelou. Yolanda articula otra alternativa a la izquierda del PSOE, rivaliza con Podemos y amenaza con enterrar la sigla morada. Si lo consigue, el dedo índice de Iglesias habrá ejecutado en diferido a su propia formación al dispararse autoritariamente. Todo ello, entre 2015 y 2023, ocho vertiginosos años. Ahora se queja de la «ensalada de hostias» que Díaz le administró en la mencionada entrevista televisiva, pero en realidad comunión y comunismo vienen de igual raíz: en la primera te dan la hostia y en el segundo te dan ensalada. La confesión de Yolanda fue la comunión de Pablo.
La llegada de Podemos al Parlamento de Cantabria, con capacidad influyente, en 2015, coincidió (no puedo decir que causó, porque habría que estudiarlo en profundidad) al año siguiente con uno de los fenómenos más raros de la historia económica de nuestra región: mientras en el conjunto de toda España y de sus comunidades el empleo aumentó, Cantabria fue la única donde descendió. Durante la legislatura, las divisiones internas acabaron desmadejando el grupo e incluso llegaron a los tribunales, como también en el Ayuntamiento de Santander. Había coordinadores que, casi recién elegidos, dimitían. Desde luego, parecía paradójico: para no comulgar, se daban demasiado la 'comunión' unos a otros.
La penitencia por tanto uso indebido de la hache fue la desaparición parlamentaria de la calle Alta y de ayuntamientos como Torrelavega. Al poco, sucedió la pérdida de otro hito, su diputada al Congreso por Cantabria, hueco de minoría que pasó a Vox. Una trayectoria, pues, caótica, nada edificante ni provechosa para la sociedad: un galimatías que envolvía en retóricas celestiales pulsiones mucho más terrenales. Su naturaleza humana no era mejor que la del resto de humanos de Cantabria, y además su organización resultó bastante peor.
¿Les sirvió para reflexión? Ahora que se estaban reagrupando para intentar un retorno a las instituciones regionales y municipales, surge la cuestión ensalatoria, con vinagre de más. Mientras, ni unos ni otros han movido un dedo para impedir que se siguiera rebajando la pena o excarcelando a cientos de agresores sexuales. Pequeña ha sido la ensalada, si hemos de ponderarlo con alguna objetividad, ya que se trata de uno de los principales escándalos jurídicos y morales de nuestra historia constitucional. Y alguno solo ha pedido perdón después de haber pedido las encuestas.
Por otro lado, ahora resulta que los fijos discontinuos no computan como parados en los periodos en que no trabajan. Siete expertos de Fedea (busque en su web el boletín de marzo del 'Observatorio del Mercado de Trabajo', si le pica la curiosidad) han calculado que el desempleo real del último trimestre de 2022 aumentó en 315.000 personas, frente a la maquillada cifra oficial (de la máster chef de ensaladas) que proclamaba una reducción de 34.000 parados. Es decir, ocultación del desempleo real por los que iban a solucionar el paro; camuflaje de la temporalidad por quienes venían a solucionar el precariado.
Si un guionista se hubiera atrevido a proponer todo esto, se lo habrían echado abajo por anarquía de la trama. Pero, fascinantemente, se ha convertido en historia real de España, país de dieta mediterránea que ya hasta la comunión la da en ensalada. El día 28 de mayo el cocinero es usted, a ver la que nos prepara.
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