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La Encuesta de Población Activa del segundo trimestre de este año arroja unos datos que merecen ponerse en perspectiva temporal larga, para que las cuestiones estructurales de Cantabria adquieran relieve. Si tomamos una década (de primavera de 2013 a primavera de 2023, es decir, desde ... el fondo de una recesión a un prolongado crecimiento post-pandémico), vemos que en España los ocupados han subido un 23%, mientras que en Cantabria solo un 19%. Si nos vamos más atrás en busca de referentes, vemos que España acaba de pasar ahora la barrera de los 21 millones de ocupados, un crecimiento de 409.800 personas sobre la primavera de 2008. En cambio, en Cantabria hay 7.800 ocupados menos que hace quince años. España batirá récords, pero nosotros aún andamos por debajo de una marca ya antigua.
Grosso modo, desde aquello hemos perdido 16.000 empleos en construcción, 11.000 en industria y 5.000 en agricultura, mientras que los servicios han generado 24.000. Es decir, el crecimiento del sector terciario en largo plazo ha resultado insuficiente para compensar problemas de desruralización, desindustrialización y fuertes alteraciones de los ciclos constructivos. Es la causa de que, tanto tiempo después, la ocupación española resulte un 2% superior y la cántabra un 3% inferior.
Estos datos pueden correlacionarse con otro muy interesante: desde la primavera de 2022, la población ocupada cántabra con estudios superiores ha rebasado el 50% del total de empleados y ahora es ya de un 53%, siete puntos por encima de la media española. Solo Madrid y País Vasco se sitúan sobre nosotros. Nuestra población que trabaja está, pues, en teoría más formada, y sin embargo la cuestión es cómo esta aportación extra de conocimiento no se traduce en más impulso económico y laboral. Esto podría apuntar a un desajuste entre cualificación formal y realización profesional, dificultades para la vida empresarial, escasa innovación, falta de tracción pública estratégica, o todo ello a la vez, pues casi nunca un hecho sociológico tiene una única causa. Y es que, ya para terminar la reflexión en este punto, un 40% de nuestros desempleados poseen estudios superiores, con mucho la proporción más elevada de la España autonómica.
Por sectores, nuestro porcentaje de trabajadores industriales y de construcción aún es superior a la media española, y en cambio resultan inferiores en servicios y agricultura. Por localización del empleo en el sector público o el privado, nuestro porcentaje de 18,6% público es de los elevados dentro de España (dos puntos por encima), lejos de índices de las comunidades más dinámicas, que tienden hacia un 15% (no por tener menos servicios públicos, sino por gozar de más iniciativas empresariales).
En cuanto a las edades del paro, en esta parte de la España veterana conviene subrayar que tanto los desempleados de 45-54 años como los de 55 y más muestran, sobre el total de parados del territorio, porcentajes superiores a la media nacional: juntos suman casi la mitad de nuestros parados. Malas edades para hallar empleo. Y observemos que en una franja de edad tan crítica como los 25-34 años (cuando la mayoría de personas han terminado ya su periodo formativo, con frecuencia de tipo superior, y se disponen a formar hogar propio) nuestro porcentaje de parados es de un 23% (es decir, 23 de cada 100 parados cántabros están en esa edad), solo superado por Extremadura y Murcia.
Por lo que respecta a la población activa, en los últimos diez años aumentó en España en unas 600.000 personas y en Cantabria solamente mil. Debería haber crecido unas 6.000 personas para mantenerse al tanto de la evolución nacional. Si nos remontamos a hace quince años, la población activa española sube un 3,4% y la cántabra desciende un 2%. Así pues, los fenómenos económicos, demográficos y técnicos se vienen conjugando aquí con las (reales o anunciadas) políticas de desarrollo regional en un resultado muy alejado de aspiraciones compartidas.
Hace diez años, Cantabria tenía el 1,26% de los ocupados españoles, y ahora ese indicador ha caído a 1,21%. Este relato que emerge de la EPA es confirmado, en sus propios términos, por la afiliación a la Seguridad Social: en junio de hace diez años nuestros afiliados eran el 1,19% de los de España, pero en este junio de 2023 han caído ya al 1,11%. Los dos principales indicadores de empleo apuntan, pues, en el mismo sentido. Haciendo de los números letras, diríamos que Cantabria tiene como gran reto para los próximos años aprovechar más su potencial. Pues el problema del paro se soluciona con empleo, pero ¿y si es el empleo lo que se torna problemático?
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