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Hay dos hechos que espero que algún día los historiadores de contemporánea alcancen a esclarecer: el primero, por qué Pedro Sánchez decidió convertir una campaña de autonómicas y municipales en una falsamente nacional, recorriendo España y prometiendo medidas nacionales; el segundo, por qué quienes rodean ... a Miguel Ángel Revilla no le hicieron ver que el estilo 'sobrado' con que entró en campaña, alardeando de Sánchez, de lo bien que iba Cantabria y de lo infalible que resulta su propia opinión, podría resultar contraproducente.
Cuesta comprender que, más allá de variaciones tácticas e interpretaciones de las encuestas previas (se ha 'coronado' Tezanos más que Carlos de Inglaterra), se haya podido incurrir en semejantes planteamientos. Sin duda, ello revela que sus éxitos anteriores crearon un aura en el que nadie se atrevió a decir ni Pamplona. Pero un líder hace mal en rodearse de siseñorismo, ya que se priva a sí mismo de una segunda lectura, eso que el parlamentarismo clásico encargaba al Senado, para moderar las pasiones iniciales de las cámaras bajas. Y sin esa lectura, aunque las probabilidades de errar no aumenten, las de corregir errores sí que disminuyen, y mucho. Los que decían «o Revilla o Buruaga» ahora tendrán posiblemente que aplaudir la investidura de Buruaga con el pláceme de Revilla. Aquel simpático anuncio del menú alternativo resultó ser un plato combinado. En los pecados van las penitencias.
No sabemos cómo enfocará ahora el regionalismo las elecciones generales, anticipadas por Sánchez al tórrido 23 de julio para malestar de veraneantes y carteros, pero sí sabemos ya que el líder socialista quiere rotular los comicios como 'Pedro y el lobo', concretamente la narrativa de 'o Pedro o el lobo'. O él o no se sabe qué apocalipsis por su derecha, que es amplísima, porque ha desocupado el centro por completo. Bien podría suceder que recurra a un lobo en su publicidad, como en su día a un dóberman (después de cinco años, Sánchez no ha modificado la llamada 'Ley Mordaza'; no ha tenido tiempo de meter al perro en la caseta, al parecer). Los ganaderos cántabros que han perdido decenas de reses por boca de lobo protegido en el Lespre podrían quedarse atónitos ante tal publicidad: para ellos el lobo ya llegó hace rato.
El relato de Sánchez de hacer pasar a Feijóo, quien ha gobernado pacíficamente Galicia en cuatro mandatos, como una especie de Donald Trump o Jair Bolsonaro es algo tan disparatado, que incluso los humoristas podrían quejarse de que el presidente del Gobierno les esté haciendo competencia desleal. Por el contrario, es muy de Trump el creerse por encima de la justicia, el pretender controlarla, el someter la imagen internacional del país a sus conveniencias electorales, y el vivir de un día a día lleno de golpes de efecto y de ningún programa serio. Igual que en su día me pareció un desdoro para España la fugaz transmisión de la corona de Juan Carlos a Felipe, cuya proclamación careció de todo lustre mundial (luego supimos por qué), hoy me parece insólito que vayamos a asumir una responsabilidad tan importante como la presidencia del semestre europeo y a los seis días estemos en campaña electoral, tiñendo además con esa política interior polémica todas las reuniones de julio. Es una falta de respeto a nuestro papel en Europa, gobierne quien gobierne. Es convertir a Europa en parte de una alocada campaña de partido.
Vuelvo con ello al principio. Los líderes parecen los principales responsables, pero normalmente son menos culpables de las debacles. La falta de carácter de quienes los rodean no son asunto del mandamás, sino de las servidumbres y fobias de dichos entornos. Así, lo menos loable de uno es ratificado por lo menos loable de otros.
Cantabria parece haber identificado sus lobos el pasado 28 de mayo con abrumadora claridad. No es improbable que Sánchez, precipitándose a unas elecciones para evitar más desgaste, en realidad lo haya acelerado, privándose a sí mismo de seis meses europeos que, decentemente gestionados, podrían haberle hecho aparecer en diciembre como un estadista, o al menos bajo una luz no tan negativa. En vez de exhibir capacidad de España en Europa, ha optado por darnos la lata durante dos meses con su lobo de cuento infantil sobreactuado. Como autoevaluación de capacidades, queda clara. Y no veo tampoco improbable que en el 28M quisiera que votasen a sus presidentes y alcaldes como si fueran él y el 23J, por el contrario, quiera que le voten a él como si fuera sus presidentes y alcaldes.
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