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Las estadísticas de empleo son, por muchos conceptos, más interesantes que las del paro, aunque estas, como todo lo negativo, tienen más morbo. La causa del interés reside en que, si bien el paro suele subir cuando la economía baja, no siempre que el paro ... baja es porque la economía ha subido. A veces, la gente emigra, vuelve a las aulas o pasa a la inactividad, desapareciendo así de la lista de quienes, por ejemplo en Cantabria, quieren trabajar y no encuentran en qué. En cambio, los datos de empleo nos indican la evolución de las oportunidades reales de trabajo y sueldo, y además los sectores de actividad donde crecen o menguan. También nos permiten comparaciones con otras comunidades y con la media nacional, en cuanto a la capacidad de la economía regional para proporcionar oportunidades profesionales.
La afiliación mensual media a la Seguridad Social es un buen indicador. Evita los vaivenes coyunturales del último día de mes y ofrece un promedio. Además, está bastante bien estructurada por regímenes (general, autónomos…) y por actividades (industria manufacturera, construcción, educación, actividades sociales y sanitarias…). Así que, en general, si miramos la afiliación sabremos cómo va la economía. Naturalmente, cuando la economía incluye áreas de negocio donde la alta tecnología permite reducir la mano de obra, no necesariamente la rebaja del empleo significa la producción de menos valor. Una persona con una segadora mecánica produce más hierba que antes veinte dalles de sol a sol.
El pasado enero, el aumento interanual del empleo en Cantabria fue del 0,68%, en comparación con el 2,31% nacional. Solo evolucionaron peor que nosotros Asturias, Castilla-La Mancha y Extremadura. Este dato es muy preocupante y voy a intentar explicar por qué. En primer lugar, desde junio de 2021 la intensidad de creación de empleo en nuestra región ha quedado constantemente por debajo de la de España. Pronto cumpliremos dos años completos, poscovid, ofreciendo menos oportunidades a nuestra población. Esto no se entiende, ya que la flexibilidad presupuestaria (no hay techo de déficit desde 2020), la aportación de fondos extraordinarios nacionales y europeos y dos años de inyecciones descomunales de liquidez y nulos tipos de interés por parte del Banco Central Europeo deberían haberse notado, en una comunidad tan pequeña, en una creación de trabajo muy superior. Keynes ha sido desaprovechado.
En segundo lugar, esa caída por debajo del 1% anual consolida nuestra bajada pronunciada desde la primavera del año pasado. Si seguimos así llegaremos a 0% y se habrá frenado el empleo. Y en tercer lugar, esto significa que, una vez descontada la sacudida sísmica del covid, Cantabria vuelve a su tónica anterior: su crecimiento interanual del empleo había sido, absolutamente todos los meses sin excepción, inferior a la media de España entre junio de 2015 y diciembre de 2019. Son 55 meses seguidos: no hay casualidades, sino causalidades. Es decir, si sumamos ese primer declive de cuatro años y medio al que venimos experimentando desde verano de 2021, que es otro año y medio largo, tendremos un conjunto de seis años de menor creación de empleo, los no afectados directamente por el covid. Suponer, con estos datos, que la economía de Cantabria va por buen camino parece demasiado suponer.
Si observamos algunos detalles, vemos por ejemplo que, entre enero de 2015 y enero de 2023, Cantabria ha perdido unos 700 autónomos y ha ganado unos 28.000 afiliados de régimen general. Al descomponer estos, verificamos que un 40% de ese crecimiento son empleos públicos y cuasi-públicos: administración general, sociosanitarios, educación... Según el Ministerio, tenemos ahora el 1,5% de los empleados autonómicos de España, aunque solo somos un 1,2% de su población. Únicamente un 60% del aumento del empleo se debe al dinamismo empresarial. Y recordemos que en conjunto este aumento es inferior al nacional.
Nuestro PIB por habitante de 2015 a 2021 solo había avanzado del 91% al 93% de la media española. Esto son tres décimas por año. A esa velocidad, para igualar la media necesitaríamos 21 años. Coja el DeLorean y teclee 2044.
Los túneles de Cantabria, pues, parecen haberse quedado demasiado pequeños para los trenes del progreso.
–Ahí te has adornado en exceso, me critica mi gato Boris, que está preparando las oposiciones al Servicio de Control de Topos. «El garbanzo del Estado, duro, pero seguro», dice. Los 19.000 que concurren a las oposiciones en Cantabria incluso estiman que esos garbanzos son ahora un sabroso cocido lebaniego. ¿Les reprochará usted su escasa fe en otras opciones de menú?
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