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Ya en 2022, con ocasión del cuadragésimo aniversario del Estatuto de Autonomía cántabro, tanto en artículos en este diario como en una conferencia en el Ateneo de Santander, insistí en la necesidad imperiosa de una «política exterior interior» de Cantabria, entendiendo por tal un ... verdadero plan anual de coordinación con las comunidades autónomas de nuestro interés (normalmente, las vecinas, pero también otras como Madrid, que son más 'vecinas' de lo que el mapa sugiere). Sigue sin haber ningún planteamiento de este tipo, aunque cada vez es más patente que su ausencia es una de las principales fuentes de problemas para la dirección y velocidad del desarrollo de nuestra comunidad.
Este pasado lunes se celebró en Vitoria, convocada por el lendakari Urkullu, una cumbre de presidentes de las regiones cántabra, asturiana, gallega y vasca. El objetivo inmediato: hacer 'lobby' para que Francia no deje colgada la nueva conexión por ferrocarril de alta velocidad entre Burdeos y la frontera española. En la conversación también: el olvido de un corredor atlántico del hidrógeno. No es que Cantabria, que ha hecho bandera de un ferrocarril con Bilbao, haya promovido semejante asociación interautonómica para asegurarse el acceso al mercado central de Europa occidental. Simplemente, va porque la convocan otros que sí están atentos a las jugadas.
El informe remitido hace poco por el Conseil d'Orientation des Infrastructures (COI) a la primera ministra de Francia recomienda una elevación significativa de la inversión en ferrocarriles y establece un calendario según varios escenarios, de los cuales Matignon ha elegido el llamado 'de planificación ecológica'. En la zona que nos afecta, las inversiones ferroviarias en el sur de Burdeos no terminarán antes de 2032; su conexión a Dax, no antes de 2042; y entre esta localidad y España, se pone una fecha a partir de 2043. Es decir, esta planificación francesa supone que no habrá conexión nueva Burdeos-España antes de veinte años, en el mejor de los casos, que en lo ferroviario no se da jamás. En total suponen 3.000 millones de euros.
Esta preocupación fue ya motivo en enero de una reunión entre Urkullu y el presidente de la región de Nueva Aquitania, Alain Rousset, que han tenido poco éxito e intentaban contrarrestar un mensaje conjunto de los alcaldes de Irún, Bayona y Burdeos en pro de la mejora de la línea ferroviaria existente, en vez de hacer esta nueva LGV (LAV en español) por Dax. Así, la Cumbre de Vitoria del 13 de marzo ha pintado mal, y su llamamiento al Gobierno de España para que «obligue» a Macron a cambiar esta programación ofrecida por el COI es un gesto que tiene mucho de electoral y poco de efectivo.
Sin embargo, lo más significativo desde una óptica puramente regional es que nosotros no hemos tenido una política sobre el TGV Burdeos-Dax-Hendaya, ni sobre el corredor de hidrógeno verde. Y no la tenemos porque carecemos del hábito interautonómico y solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena y ya el chaparrón (electrointensivo, lobuno, ferroviario) es inevitable.
También se ha conocido en estos días que los primeros parques de eólica marina se instalarán en Galicia y Asturias, quedando para nosotros alguna instalación experimental. No carece de lógica, porque la nuestra es una autonomía puramente experimental, algo a estas alturas ya incontrovertible. Si las restricciones a la eólica terrestre se combinan con esta práctica exclusión de la marina, ¿en qué renovables se supone que vamos a destacar como contribuyentes al nuevo aire acondicionado planetario?
Ahora mismo hay una revolución consensual en Burgos para defender el Directo con Madrid y una base logística del Corredor Atlántico ferroviario. Aquí hemos ido a Vitoria porque el lendakari nos ha insistido. Nuestra articulación de comunicaciones con Castilla y León es inexistente y, si no hubiera sido por el común ridículo de los trenes de talla más grande que los túneles, tampoco la hubiéramos tenido con Asturias, esa de la que se dice que somos «la misma tribu». Evidentemente no lo somos cuando el desinterés por una conexión ferroviaria moderna es tan burdo. Es un desinterés que nos hemos trabajado a pulso.
Para mí, la conclusión está clara. O se cambia radicalmente el modo de trabajar el desarrollo desde la autonomía de Cantabria, o en los próximos años de autonomía solo quedará el nombre, pero no una autodirección real, que solo en concierto con otros se puede realmente ejercer. Hasta el presidente del Gobierno vasco lo ha entendido. Si ellos no pueden ir solos, ¿qué esperamos nosotros? Se ha celebrado los cuarenta años, pero, ¿se han extraído sus lecciones?
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