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La 'nada' ha dimitido. Hace años que la Autoridad Palestina es totalmente inoperante. Tiene personal, oficinas, guardias armados; emite decretos y sellos de correos, recauda impuestos, pone multas de tráfico, tiene escaño en organismos mundiales como la Unesco... Pero es uno de tantos vacíos defendidos ... por la inercia y la burocracia. Es 'nada'. Y esa 'nada' acaba de decir que presenta su dimisión. Pero eso sí, el gran patriarca, Mahmud Abás, ese no dimite. Dimiten los subordinados, que para eso están.
La Autoridad Palestina fue creada por la potencia ocupante –es decir, Israel– tras los Acuerdos de Oslo en 1993. En Occidente, mucha gente se empeñó en confundir el nuevo organismo con sus propios sueños y esperanzas, y durante años la llamaban Autoridad Nacional Palestina. A día de hoy, todavía hay medios, o la Wikipedia, que mantienen tercamente esa denominación errónea. Sin embargo, ni siquiera Isaac Rabin se planteaba aceptar un Estado palestino, sino una autonomía muy limitada dentro de un único Estado exclusivamente israelí.
Pese a todo lo expuesto, los Acuerdos de Oslo permitieron que los palestinos tuvieran su propia estructura político-administrativa dentro de una pequeña parte de los Territorios Ocupados, y se celebraban elecciones libres, así que los palestinos legitimaron el tinglado acudiendo a votar, decidiendo ellos, no los israelíes, qué personas o grupos ocupaban los cargos.
Posteriormente las cosas se torcieron: un judío fanático asesinó a Rabín en 1995, Netanyahu fue primer ministro entre 1996 y 1999, la segunda Intifada estalló en septiembre de 2000 y el remate, la subida al poder de Ariel Sharon en 2001, que empezó a destruir sistemáticamente la Autoridad Palestina, llegando al extremo de asediar de forma humillante a Yaser Arafat en su propia sede de Gobierno en Ramala en 2002, demoliendo la práctica totalidad del edificio, salvo las habitaciones que ocupaba el propio Arafat.
Sin embargo, durante unos pocos años, entre 1994 y más o menos 2000, la Autoridad Palestina pudo funcionar sin impedimentos a nivel administrativo y se le dio una oportunidad de cohesionar a la población palestina en una estructura protoestatal coherente. Lo que hicieron los líderes palestinos con esa oportunidad fue lo que acostumbran a hacer los caciques tercermundistas: los cargos de la Administración fueron repartidos de forma prebendataria entre clanes familiares y, como no había para todos, proliferaron los departamentos duplicados, especialmente en los servicios de seguridad, llegando a existir una docena. Al mismo tiempo, no se formó un sistema judicial ni hubo elecciones municipales hasta 2004. Ni que decir tiene que la corrupción se convirtió en una lacra sistémica, drenando sin escrúpulos unos recursos financieros muy escasos.
Es una paradoja, pues fuera de su tierra los palestinos tienen fama de ser gente profesional y cualificada, pero a la hora de crear una Administración pública tomaron el control todas las fuerzas arcaizantes típicas de una estructura familiar muy jerárquica y ultrapatriarcal. El propio Arafat fue el primero en dar el mal ejemplo, asegurándose de mantener una apariencia de democracia pero estableciendo un Gobierno autoritario de facto, centrado en su persona.
Cuando la Autoridad Palestina celebró nuevas elecciones en enero de 2006, la población estaba completamente harta del mal gobierno de Fatah, el partido de Arafat, quien había fallecido en 2004. Su sucesor, Abás, no poseía predicamento alguno entre las masas. Eso llevó a una victoria aplastante de los islamistas de Hamás, con 76 escaños sobre 132, frente a 43 de Fatah y 14 de otros partidos.
Ahora bien, las elecciones en los países árabes solo valen si gana el gobernante. El padre/patriarca no puede ser cuestionado. Abás bloqueó la formación de un nuevo Gobierno durante catorce meses, forzando una coalición donde el vencido seguiría al mando, con el líder de Hamás como primer ministro. Tres meses después, en junio de 2007, empezó la lucha, y se impuso Hamás en Gaza.
Desde entonces, a todos los efectos prácticos no ha existido Gobierno operativo en Cisjordania. Abás no es un psicópata homicida ni un fanático religioso, pero la Autoridad Palestina es poco menos que un espectro. Abás no ha convocado nuevas elecciones en 17 años, mientras él y su familia incrementan sin cesar sus rentas a costa de los palestinos. Los ministros que acaban de dimitir también están en su mayoría manchados por toda clase de chanchullos y corruptelas. Nadie los va a echar en falta.
Por otra parte, es muy posible que la dimisión solo sea una pose, y que en la práctica esos ministros no resignen sus cargos realmente, o les den otros, y sigan saqueando.
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