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La visita Joe Biden a Israel es un gesto obligado en las actuales circunstancias, pero es mera hoja de parra con la que EE UU intenta ocultar la desnudez de su extrema parcialidad a favor de Israel. Por eso Biden acepta culpar a los palestinos ... por la masacre de cientos de personas en un hospital de Gaza, aunque sus diplomáticos sin duda le habrán contado que Israel había anunciado que iba a bombardear ese hospital, instando a su evacuación, y aunque sus expertos militares le habrán explicado que los terroristas de la Yihad Islámica no disponen de cohetes lo bastante potentes como para causar semejante matanza. ¡Pero qué más da! Israel no puede ser culpable, porque entonces EE UU debería actuar en su contra, y está descartado de antemano que suceda tal cosa. Por lo tanto el hospital de Gaza lo bombardearon los palestinos, igual que Gernika la quemaron los vascos y el mercado de Sarajevo lo bombardearon los propios bosnios.
La actitud sistemáticamente proisraelí de Washington se suele explicar por la influencia supuestamente omnímoda de un poderoso 'lobby' de influencias creado para evitar que ningún presidente norteamericano repita lo que hizo Eisenhower en 1956, durante la guerra de Suez, obligando a Israel a detener su ofensiva militar cuando estaba al borde de la victoria absoluta –junto con franceses y británicos– y además forzándole a devolver el Sinaí y la franja de Gaza.
El éxito del 'lobby' proisraelí se evidencia en que cualquier presidente norteamericano que haya intentado contradecir a Israel casi siempre ha terminado reculando. Washington se comporta como uno de esos caballeros que tienen una amante, a la que costean todos sus gastos, todos sus caprichos y siempre ceden a sus deseos, aunque a veces se resistan un poco. Esta relación desigual puede dar pábulo a toda clase de teorías de conspiración, pero la realidad es mucho más sencilla: el 'lobby' proisraelí es básicamente una expresión de fuerzas políticas poderosas dentro de EE UU, centradas en lo que se suele llamar la ultraderecha religiosa. El trasfondo bíblico veterotestamentario de los grupos protestantes más ultraconservadores es un factor clave en el apoyo incondicional a Israel, incluso en contra de los intereses más básicos de los propios Estados Unidos.
En realidad, el 'lobby' de Israel tiende a ser el 'lobby' del Likud. Cuando gobiernan en Israel fuerzas de centro o de izquierda, la actitud básica proisraelí no cambia, pero se percibe mucha menos pasión. Dos aspectos clave de la influencia israelí son: imponer su relato en los principales medios de comunicación, cine, televisión, cómics, videojuegos... satanizando cualquier atisbo de defensa del punto de vista árabe y, además, presionar a cada congresista, senador, gobernador estatal, alcalde, parlamentarios locales, amenazando con volcar fortunas en financiar las campañas de los adversarios electorales de cualquiera que se atreva a desafiar a Israel.
También es necesario resaltar la decisiva aportación árabe a la causa de sus enemigos, porque durante décadas los árabes han trabajado muy duro para malquistarse con la opinión pública occidental: crisis del petróleo, inmigración ilegal, terrorismo islamista sanguinario e indiscriminado, alaridos continuos de «muerte a Occidente» y el mantenimiento a ultranza de dictaduras militares, muchas veces semimafiosas, que se encastillan en la defensa de discriminaciones arcaicas que eran normales en el mundo occidental hace pocas generaciones, pero que aquí ya están superadas, y encima, usan ese desfase para acusarnos de degenerados, decadentes...
Por eso resulta ilusoria la pretensión del partido Sumar de reconocer, justamente ahora de todos los momentos posibles, al Estado palestino. El Gobierno palestino oficial, dirigido por Mahmud Abás, fue derrotado por Hamás en las elecciones parlamentarias de enero de 2006 –74 escaños de 132 para Hamás, frente a solo 45 para Abás–. Por lo tanto en la práctica no hay nadie a quien reconocer, porque Abás ya no es el presidente legítimo y su Gobierno es inoperante, mientras que los de Hamás son unos psicópatas homicidas que consideran a sus gobernados como simple leña para la hoguera de su causa fanática.
En cuanto a los gobiernos árabes, cuanto menos se diga, mejor. Tras sufrir una derrota militar tras otra, no queda nadie que se atreva a oponerse en serio a Israel. La retórica incendiaria no debe engañarnos: es todo pose y simulación. A medio plazo, la frustración de las gentes tendrá consecuencias, pero por ahora Israel puede moverse con completa impunidad. Únicamente los iraníes son algo más serios, pero no están preparados y están geográficamente demasiado lejos.
En resumen: Netanyahu va a conquistar el norte de Gaza y anexionárselo, tras expulsar a sus habitantes. Y habrá un terrible escándalo mundial, pero todo será pólvora sin balas.
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