Jubilados a la fuga

Todos saben a lo que van, por lo cual, enseguida se intercambian información confidencial. Con el primero que se ha encontrado le ha confesado que lleva guardando el secreto hace ya cinco años, y que pronto se verá atrapado porque toda su familia sabe que está obligado a jubilase a los 65 años, motivo por el cual está consternado.

En cuanto le ha dicho todo lo que le espera, se ha quedado blanco porque tiene una nuera y dos hijas gestando, es decir, que va a ser tres veces abuelo en un mismo año, y ya se ve levantándose a las seis y media de la mañana para ir a buscarlos, uno a Bezana otro a Puertochico y otro al barrio Pesquero, darles el biberón y cambiarles los pañales las veces correspondientes durante toda la mañana.

Hasta ahora, con el truco de estar callado se había librado de hacer lavadoras, de planchar, de ir a los organismos oficiales a presentar documentos, de ir a buscar el pan y de recorrer todos los supermercados y centros comerciales en busca de las mejores ofertas de la jornada; pero ahora todo se le complicaba.

Al escucharlos, se ha añadido a la conversación otra jubilada, empleada de banca, que lleva diez años haciendo lo mismo, pero que ya tiene claro que el chollo pronto se le acaba, pues va a ser abuela en dos o tres semanas. O sea, que a partir de ahora ya no tendrán tiempo para ellos, esperando a que suene el teléfono a ver lo qué les mandan.

Poco a poco se han ido acercando más jubilados que se han compadecido de sus fatales circunstancias, aprovechando algunos para echar una perorata sobre la ridícula subida de las pensiones y sobre qué hora es la mejor para pagar menos luz para hacer la colada.