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Las devastadoras consecuencias que implicaría un accidente nuclear en la central de Zaporiya, la mayor de Europa, si se viera afectada por los bombardeos que ... se suceden en sus inmediaciones deberían sobrar para disuadir a las tropas rusas y ucranianas de jugar con fuego por muy estratégicos que sean los objetivos que persiguen en esa zona. El secretario general de la ONU, António Guterres, ha advertido de que sería «un suicidio» un ataque a las instalaciones, controladas desde marzo por fuerzas del Kremlin. El director general del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, reiteró ayer su «grave preocupación» por la situación de la planta, que ha sufrido daños en los combates de los últimos días, e instó al inmediato cese de cualquier acción militar que ponga en peligro su seguridad.
Incluso en el fragor de una guerra, y máxime con el precedente de Chernóbil, se hace difícil entender que Moscú y Kiev hagan oídos sordos al peligro de una catástrofe nuclear por el desvío accidental de un proyectil que impacte en un punto sensible de la central o cualquier otro motivo. Pero ambos gobiernos, en una muestra de irresponsabilidad difícilmente superable, parecen más dispuestos a repartirse culpas sobre la autoría de los destrozos en ella y a cruzar los dedos para que no suceda una fatalidad irreparable que a propiciar un entendimiento que evite males mayores, como el que ha permitido la salida de cereal ucraniano a través del mar Negro. Prueba de ello es que trece civiles murieron ayer en la ofensiva rusa sobre los alrededores de la ciudad de Marganets, a orillas del río Dnipro, junto al que está enclavada la planta. Los militares que la ocupan han dañado líneas eléctricas para preparar su conexión con Crimea, según la empresa ucraniana que la operaba, mientras la tensión se dispara en Ziporiya y su entorno.
Urge que una misión de expertos del OIEA visite las instalaciones para verificar su estado y garantizar su seguridad, sobre todo cuando esa organización ha alertado del incumplimiento de la mayoría de las medidas «indispensables» de protección que reclamó al inicio del conflicto. La ONU se ha ofrecido a mediar para hacerlo posible. Pero, sobre todo, es necesario establecer una zona de protección en torno a la factoría que aleje de ella cualquier escaramuza y, por tanto, el riesgo de una tragedia colosal. Cualquier guerra lo es, pero las palabras adquieren otra dimensión cuando está por medio la energía nuclear.
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