Cuando jugar ya no es un juego

Pero todo se enturbia cuando el juego cae en manos de los adultos. La diversión resulta entonces más exigente, y sobre el juego recae la losa de las apuestas para multiplicar la emoción y convertirla en euforia o en drama. Y eso engancha mucho.

Los problemas de la adicción al juego no son algo nuevo. La dictadura de Franco llegó a prohibir todo tipo de apuestas, e incluso hubo que insistirle para que aceptara algo tan inocente como las quinielas, por cierto, convenciéndole con el argumento de que tendría fines benéficos. Pero ya nos hemos liberado de aquellas ataduras. Ahora dicen que las casas de apuestas y el juego online se han convertido en la nueva heroína de los jóvenes. Las primeras penetran en los barrios desfavorecidos de las ciudades con agresivas estrategias, como la de instalarse delante de los centros escolares, sin duda la mejor campaña de marketing para ofrecer un producto: ponértelo delante de tus narices. Ahí está la que se va a abrir en Cazoña, cerca del Instituto Torres Quevedo y el colegio Fuente de la Salud. Por eso cientos de vecinos se manifestaron el pasado sábado con pancartas de '¡No a las casas de apuestas!', recordando que «con el barrio no se juega». Pero la ludopatía avanza entre los más débiles e indefensos a pasos agigantados, sin que nadie parezca tener interés en evitarlo. Tristes juegos donde la banca y el tesoro público nunca pierden.