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Nada en la historia ni en la economía evoluciona siempre de manera lineal pero, tras cuatro décadas de crecimiento, China aparenta ser un rompehielos al que nada detiene. Efectivamente, la economía china no atraviesa su mejor momento. Tres años de cierre pandémico han estimulado la ... convergencia de problemas que venían incubándose desde hace tiempo: un gasto de consumo doméstico lento, un mercado inmobiliario inestable, caída de sus exportaciones, alto desempleo juvenil y una deuda pública local inflada. Esta desaceleración ha obligado a revisar a la baja las previsiones de crecimiento de su economía, pero el FMI todavía estima que el PIB de China crecerá un 5,2% este año 2023 y un 4,5% el próximo. Pekín sabe que, para evitar caer en una espiral deflacionista, debe recuperar, a marchas forzadas, la confianza del sector privado y lograr que los hogares gasten más en lugar de ahorrar tanto. Para ello, ha aprobado medidas de aumento del gasto público, reducción de tasas e impuestos y mejora de la red de seguridad social que logren incentivar el consumo, reactiven la inversión, la actividad empresarial y mejoren la productividad. Los próximos meses son críticos para revertir esta situación y lograr motivar a una ciudadanía que, acostumbrada a ver su capacidad adquisitiva duplicarse cada seis años, mira ahora al futuro con cautela. Ay.
Mientras China corrige el rumbo bajista, la perspectiva de que una potencia no occidental, comunista y en vías de desarrollo tome a lo largo de esta década el liderazgo económico mundial parece desdibujarse en el horizonte. Así, hay para quienes un pinchazo de China resulta un alivio. El empresariado, en cambio, tiene muy presente que un período de caída de precios en el gigante asiático podría suponer un desplome en la demanda del país –el mercado más grande del mundo de energía, materias primas y alimentos–, lo que afectaría a las exportaciones globales, a las ganancias de las multinacionales y conduciría a un mayor desempleo. China produce una gran proporción de los bienes vendidos en todo el mundo y es el mayor contribuyente al crecimiento mundial (22.6%, el doble que EE UU). Buena parte de la producción y del mercado de las multinacionales occidentales está en China. Esta interdependencia se interpreta, desde la pandemia, en términos de debilidad para la soberanía económica occidental pero, si la locomotora económica china se desacelera, la economía global entraría en recesión, especialmente la de aquellos mercados dependientes de China, como es el caso de Alemania: motor de la economía europea. Ay.
Aunque estas tendencias económicas son –en buena parte– el resultado de un importante cambio estratégico en las relaciones económicas y políticas que China mantiene con el mundo, la economía china necesitará ahora apoyo internacional y estímulo en un momento crítico para evitar sufrir un estancamiento económico prolongado como el vivido en Japón durante toda una década. Aunque EE.UU. mantendrá su política de reducción de riesgos de seguridad nacional, es improbable que, ante el peligro de espiral deflacionista en China, promocione ese estancamiento. Resultaría contraproducente para la economía global y, también, para EE UU Pero ¿no era acaso ralentizar el sorpasso de la economía china a la estadounidense lo que deseaba Washington? Ay.
Vamos a tener que aclararnos en lo que respecta a nuestros deseos sobre China y su evolución como superpotencia pues, demasiado a menudo, nos encontramos sosteniendo planteamientos que rayan la incongruencia (y la bipolaridad). Queremos que China crezca, pero no demasiado. Tan pronto leemos alarmados que China exporta inflación, como que su deflación es preocupante. Hace apenas un mes la Secretaria del Tesoro estadounidense reafirmaba el 'derisking', pero han bastado los datos poco halagüeños del crecimiento económico en China durante el primer semestre del año para que analistas de todo el globo se afanen en proyectar a futuro el impacto que un enfriamiento prolongado de la segunda economía del planeta pueda tener en el resto del mundo. En palabras del mismísimo presidente de los EE UU: «La economía china es una bomba de relojería». La cuestión que yo me planteo es si Joe quiere detonarla o, como en las películas malas, evitar un trágico desenlace desactivándola. Mucho me temo que, decida lo que decida hacer, los cables del artefacto están demasiado enmarañados y en vez de rojos o azules, son casi todos morados. Ay.
Aunque en China la actividad a pie de calle sigue siendo mayor que la de cualquier ciudad occidental, los centros comerciales están llamativamente vacíos, los aeropuertos y estaciones de tren no bullen con la actividad del 2019 y, en fin, el ambiente 'festivo' y 'electrizante' que se respiraba antaño a casi cualquier hora del día en buena parte del país, amaina. Ayer mismo comentaba un paisano en la cola del supermercado que lo único que ahora crece en este país es el número de seguidores de los 'influencers'…y la cantidad de niños que, de mayores, quieren ser 'influencers'. Ay.
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