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Lenin aún estaba vivo cuando él vino al mundo. Su nombre de pila no era Henry sino Heinz Alfred, pero las raíces judías obligaron a su familia, en plena efervescencia nazi, a emigrar de Alemania a Estados Unidos. Hoy, como todas las personas tan longevas, ... transmite bonhomía mansa y beatífica. Al mirarle, pareciera que el anciano –como en la película 'UP'– estuviese a punto de enganchar su casa a un gigantesco racimo de globos de helio para salir volando con ella. Pero no. Tras su mirada acuosa, brilla una mente lúcida que, con voz cavernosa, todavía ilumina a muchos líderes mundiales necesitados de consejo. No hay nadie vivo en el planeta que tenga más experiencia biográfica en relaciones internacionales, una visión geopolítica más panorámica ni una trayectoria más granada como negociador con líderes mundiales.
Henry Kissinger cumple hoy 100 años pero sigue activo (acaba de publicar un libro sobre IA), su figura no ha caído en la irrelevancia y sus ideas siguen encontrando mucho eco. Brillante académico, sólo 35 años tras emigrar a Estados Unidos ya era Secretario de Estado y con 50 se le concedía el Nobel de la Paz. Su palmarés durante esos años en primera línea incluye logros inapelables como desescalar la tensión bipolar con la URRSS, el control de la proliferación nuclear y, por encima de todo, la catártica reapertura de relaciones diplomáticas con China que convertiría al gigante asiático en fábrica del mundo y pieza fundamental de la globalización. Su enorme influencia en un momento geopolíticamente turbulento e incierto como el que vivimos y la admiración que todavía despierta (tanto en el mundo académico como en el institucional o corporativo) hacen de él una figura relevante, pero su legado está plagado de controversia y proyecta un preocupante 'american modus operandi' por el mundo. A través de operaciones encubiertas y amenazas bélicas simultáneas a negociaciones en la sombra, por orden o supervisión de Kissinger se respaldaron golpes de estado, invasiones (pakistaní en Bangladesh o de Indonesia en Timor Oriental), redibujaron fronteras o eliminaron a enemigos políticos por todo el planeta. Durante años, parte de su estrategia pasó por instigar intervenciones militares, acciones terroristas, el derrocamiento de gobiernos legítimamente elegidos o el patrocinio de regímenes dictatoriales (Pinochet o Videla). Paradójicamente, se han reavivado la mayoría de los fuegos que el 'kissingerismo' logró sofocar hace medio siglo: la amenaza militar rusa resucita, la tensión con China se acrecienta, la globalización se ralentiza, la inestabilidad en Oriente Medio no se ha resuelto, etc. En una reciente entrevista el propio Kissinger reconocía que, aunque los dilemas del mundo actual siguen siendo –esencialmente– los mismos que ya le ocupaban hace 50 años, la novedad insólita de este período histórico que nos ha tocado vivir es que, por vez primera, civilizaciones culturalmente dispares tienen capacidad de impactarse mutuamente de una manera permanente en un contexto de aceleración y convergencia tecnológica.
La especialidad académica de Kissinger es la historia de la diplomacia en el siglo XIX, especialmente el modo en que el otrora Imperio Británico mantuvo el equilibro geopolítico evitando el ascenso de posibles rivales que pudiesen amenazar su liderazgo en solitario. Esas lecciones históricas sirvieron a Kissinger para formular su propia receta geopolítica: para garantizar la paz nadie debe quedar fuera del sistema. Al doctorarse en Harvard, defendió que la «legitimidad» en los asuntos internacionales es una cuestión de equilibro de poderes, no de promoción de justicia. Por eso, uno de los mantras de Kissinger es el de que conocer la Historia es la mejor herramienta para entender cómo funciona el mundo pues el pasado ya contiene todos los secretos del arte de la política. Insiste también en que la clase política actual, más preocupada por encuestas, sondeos y redes sociales que de visión de Estado, sufre una preocupante anemia intelectual.
Una mezcla de fama e infamia rodea a Henry Kissinger pero no eclipsa su aura de estratega milagroso y brillante diplomático. Hay quienes lo adoran y están dispuestos a pagar su caché de 20.000€/hora como conferenciante y quienes, detestándolo, piden que sea juzgado por crímenes de lesa humanidad, exigiéndole que devuelva su Premio Nobel de la Paz. Ahora que se habla de una 'nueva guerra fría' es conveniente recordar que hubo muchos sitios donde la 'guerra fría' se 'recalentó' y perecieron millones de personas. Por mandato directo de Kissinger, durante aquella 'guerra fría', territorios poblados por campesinos paupérrimos que no estaban en guerra con EE UU, se convirtieron en los lugares más bombardeados de la Historia. El 30% de toda aquella desgracia caída del cielo no explotó y aún sobreviven en Laos y Camboya más 80 millones de bombas anidando muerte. Por otro lado, es Kissinger el mayor adalid de la convivencia entre ambas orillas del Pacífico y un mantenimiento del entente que él diseñó y tanta abundancia global ha generado. Aunque la vida de Kissinger está a punto de acabar, el siglo XX lleva su impronta y buena gran parte de su legado le sobrevivirá.
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